29 de marzo de 2020

Falta

Siempre pensé que sería yo quien saliese lastimado cuando te conocí, pero me equivocaba porque he sido yo el culpable de nuestro error, por no saber ceder ante tus necesidades, por no protegerte de mi propia maldad y aunque me haces falta, necesito irme, pero no soy capaz de darte al menos una despedida.
Ahora sé que fui un cobarde, por no saber pedirte perdón cuando era necesario, por no reconocer mis errores, dejarme llevar por el orgullo y no llorar cuando me extendiste una y otra vez tus brazos. Me giraba y te dejaba ahí plantada, para cometer otro error más.
Ya estoy en el andén esperando que llegue el próximo tren, ese que me aleje de todo esto, para evitar hacernos más daño. Aunque espero que sepas que siempre te echaré en falta, que aunque pase el tiempo no voy a poder vivir sin ti. Por eso huyo lejos, para darte la oportunidad de ser feliz en soledad, lejos de mi rabia y mis ganas de pelear.
Espero que estés leyendo la nota que dejé sobre la mesa de la entrada, a esta hora ya habrás llegado a casa. Ahí verás mis lo siento, por cada error que cometí pensando que era lo mejor para los dos, cuando realmente solo pensaba en lo que era mejor para mí. Este es mi castigo por no pensar mejor lo que hacía, sobre todo cada día cuando todo era prioritario a ti.
Incluso ahora, no me estoy yendo por ti, si huyo es también por mí, por salvarme de verte sufrir y saber que es por mi culpa. Solo espero que la tranquilidad esté en ti, ahora que el tren entra en la estación y me aleje por fin.
Las puertas se abren subo sin dudar, te digo adiós a pesar de que estarás odiándome una vez más por hacerte sufrir. Pero sigo esperando que sepas que esté donde esté, tú siempre serás parte de mí.

28 de marzo de 2020

Pedazos

Cierro la puerta con un golpe, mis pasos fuertes retumban contra el suelo, llevo conteniendo este malestar durante horas, pero no puedo más. Lanzo mi bolso sobre la mesa, que con la fuerza que lleva se cae por el otro lado, pero no me importa, es el empujón que necesitaba para coger todo lo que tengo a mi alcance y lanzarlo al suelo. Los cojines rebotan por toda la sala, el sonido de la cerámica rompiéndose retumba en mis oídos una y otra vez, pero no es suficiente para mí, porque odio cada pieza que encuentran mis manos, incluso esa foto en la que me sostienes entre tus brazos.
Me derrumbo sobre mis rodillas, dejando que las lágrimas que han estado ocultas durante el resto del día salgan a raudales. Un punto de dolor estalla desde el centro de mi pecho y se expande recorriendo cada una de mis venas, mi cuerpo quema y estoy incómoda hasta en mi propia piel.
Tu imagen viene a mi cabeza una y otra vez, verte exhalar tu último aliento ha sido lo peor a lo que me he enfrentado nunca, no merecías morir, incluso si ya no se podía hacer nada ante la maldita enfermedad, porque ahora jamás tendré ninguno de tus consejos, ninguno de tus abrazos, ahora no tendré tu consuelo, ni tu amor.
Me arrastro por el suelo porque no tengo fuerzas para levantarme, busco tu foto entre los pedazos rotos y al encontrarla, retiro el cristal rajado y saco el papel con nuestra imagen. Acaricio tu mejilla, ya tenías algunas arrugas mamá, pero me sostenías con una enorme sonrisa en tu cara, una sonrisa que ya no volveré a ver. No quiero despedirte, aún no, así que voy a mantenerte viva en el recuerdo y cada día estarás aquí para mí, aunque no te vea, porque tú siempre estarás en mi memoria y mi corazón.

27 de marzo de 2020

Sin miedo

Doy un paso tras otro hasta colocarme al borde de la pared de roca, mirar abajo me causa vértigo, pero prefiero ver lo que hay debajo antes de saltar. Observo las olas romper contra el acantilado, siempre pensé que tirarse desde aquí era un locura, pero ahora, necesito hacerlo, necesito buscar la luz, el interruptor que encienda mis latidos de nuevo.
Desde el día en que te alejaste todo se quedo quieto, los pájaros dejaron de aletear, las hojas de mecerse con el viento, mis pulmones respiran por instinto porque mi cabeza se ha desconectado, para adentrarse en la oscuridad. Lo he intentado un millón de veces, he intentado seguir tu consejo de seguir adelante, pero es tan difícil que todo carece de sentido.
Las nubes tapan el sol y empiezo a cansarme de no poder disfrutar de los rayos de sol sobre mi cara, del borboteo del agua escapando río abajo, del ritmo de mi poesía favorita de Bécquer. Por eso estoy aquí, dispuesta a romperlo todo, a hacer pedazos todos los temores y todos los principios, para llenarme tanto que mis sentidos exploten y vuelva a respirar de nuevo.
Ha llegado el momento, no quiero esperar más, no quiero alargar la agonía. Retrocedo unos metros atrás, cojo carrerilla y tomo impulso justo al borde, apretando los párpados con fuerza, intento mantener mi cuerpo arqueado para conseguir un buen angulo y abro los ojos. La vista es increíble, la pared de roca se desliza en mi campo de visión el agua está cada vez más cerca y me parece que estoy volando en libertad como un pájaro que ha permanecido enjaulado durante demasiado tiempo. Hago contacto con la superficie del mar y me sumerjo en las profundidades mientras noto las burbujas danzando a mi alrededor, hasta que me quedo parada en mitad de la nada y me encuentro a mí misma; reencontrando mi parte de ángel con mi parte demonio. Impulso mi cuerpo con los pies, hacia la claridad del día, escapando de las sombras  para surgir como una nueva yo, más fuerte, sin miedo a nada.

26 de marzo de 2020

Control

Esa mirada no me quita los ojos de encima, me observa detalladamente, me estudia, me analiza con intensidad, es mi mayor detractora cada día; esa que me devuelve el espejo y es implacable. Tengo que creerme que el silencio constante no hace mella en mí, pero lo hace, consigue entrar en mi cabeza y tocarlo todo, hasta aquello que creía olvidado y enterrado.
Cada recuerdo que lanza sobre mí es como un disparo directo que despierta el dolor a través de mi piel. Quiero ser capaz de negociar con mi propia conciencia, obligarla a que pare con esa crueldad, que traiga solo los momentos de luz y aleje la oscuridad. Pero debo ser muy mala negociando porque las imágenes que veo me hacen vulnerable, no puedo evitar sentirme culpable de todo lo malo que he vivido en algún momento del pasado. Recuerdos que me obligan a apartar la mirada de mi propio yo, porque no soporto verme.
Dicen que todos llevamos un monstruo dentro, no sé si será cierto, pero te diré que yo sí lo llevo, que aunque luche contra él, al final el destino siempre lo acaba poniendo en mi camino. Aparece una y otra vez, a veces como una piedra,  a veces como un incendio contra el que me canso de luchar y dejo que me convierta en ceniza
He de confesar que tengo miedo cuando no hay nadie a mi alrededor, porque pienso que va a salir de nuevo de detrás de cualquier rincón, para meterse en mis recuerdos. Y aunque verle es una constante batalla, en el fondo no puedo evitar sentir un poco de empatía por él, por su tenacidad, por su fuerza y su insistencia, por no rendirse nunca.
La rabia se hace cargo. Levanto la mirada de nuevo para encontrarme con esos ojos y retarle de nuevo, quiero que comprenda que si él lucha, yo lo haré más, que no me rendiré, que siempre intentaré ser mejor, a pesar de sus visitas.
Ahora, por fin, aparto la mirada, pero esta vez no la bajo, soy yo la que tiene el control.

25 de marzo de 2020

Sin rumbo

Primavera, magia y sonrisa

Bajo la ventanilla del coche para sentir el aire en mi rostro mientras conduzco a ningún lugar, porque siempre me ha gustado divagar e ir sin rumbo fijo. El olor de las flores entra a raudales y llena todos mis sentidos, el olor a primavera es único, sobre todo cuando ha llovido durante la noche.
Aparco en la colina que hay al otro lado del pueblo, quiero disfrutar de las vistas, imaginando qué estará cada uno haciendo en su casa, pensando en todas las emociones que estarán sintiendo las personas ahí abajo.
Me encanta la sensación de adivinar todo lo que ocurre a mi alrededor, aunque no acierte la verdad, siento la magia de los hilos invisibles que se mueven con cada vida. Me gusta pensar que puedo dar un tirón y cambiar un rumbo trágico hacia uno feliz.
Después de un rato, prefiero dejar la mente en blanco, así que me siento bajo el cerezo, observando cada detalle de las flores, cada pétalo y cada variedad de rosa y blanco, me pierdo mientras el tiempo pasa y soy tan solo yo, disfrutando este instante.
Cojo la guitarra que puse en el asiento del pasajero antes de salir de casa y toco mi melodía favorita, dándole a mis venas el gusto de bailar al compás. Cada nota es un subidón de adrenalina y paz, que me dan energía y me calman a la vez. No es hasta que termino que levanto la cabeza y te veo observándome con una gran sonrisa.
Me has encontrado y no me sorprende, porque conoces cada uno de mis impulsos, cada uno de mis viajes a ningún lugar. Y sé lo que me ofreces en este instante, un nuevo viaje a ningún lugar, contigo. Un viaje que no puedo rechazar.

24 de marzo de 2020

Por favor

En el segundo en el que supe que tus latidos empezaban a ralentizarse no puede evitar pensar en todos los besos que compartimos juntos, en cada abrazo que nos acercaba hasta ponernos frente al otro para ver reflejada una parte de nosotros mismos. Tu vida empezaba a escurrirse entre mis dedos mientras yo luchaba por aferrarme a ella.
Grité una y otra vez, maldiciendo el espino que apareció en medio del camino, sesgando tu piel y sacando la sangre al exterior, drenando hasta tu mirada intensa, que ahora estaba casi apagada. Ejercí toda la presión que pude para que el líquido se quedase donde debía, pero era prácticamente imposible, mis manos estaban teñidas de rojo y no sabía donde terminaba yo y empezabas tú.
Jamás en mi vida he pedido tantos por favor como en ese momento. No sabía si la persona al otro lado del teléfono me había escuchado bien, ni siquiera sabía si con lo poco que había dicho podían localizarnos y enviar ayuda; una ayuda que temía, porque dudaba que pudiera llegar a tiempo.
Sujeto tu garganta con más fuerza, pero tengo miedo de que yo misma pueda ahogarte en lugar de mantenerte con vida, no sé si puedes respirar, solo sé que tu cuello no deja de sangrar...
Empiezo a rendirme porque no veo ningún signo de fuerza en ti, pero tu corazón todavía late y eso me da la fortaleza que necesito para seguir un poco más, para aguantar el tiempo necesario hasta que el sonido del helicóptero retumba contra las rocas.
Alguien baja y me hace señas para que le deje espacio, pero me niego, no quiero que ninguna gota más se malgaste, de ellas depende que vivas. No es hasta que me garantizan que ellos pueden hacerlo mejor, que les dejo hacer su trabajo mientras me derrumbo en medio del camino, con mi cabeza girando sin parar y pierdo el conocimiento, sabiendo que quizás no te vuelva a ver.
Cuando abro los ojos la luz me deslumbra y pongo un brazo delante para evitar el dolor, aunque el dolor intenso está en mi pecho, pensando en ti. Una mano agarra la mía y me giro. Estás ahí, a mi lado, con vendas cubriendo tu cuello y pálido, pero vivo. Entonces, solo entonces, me permito sonreír para ti y aprieto tu mano, no queriendo soltarte nunca más.

23 de marzo de 2020

Mi impulso

Cuando las primeras luces del día despuntan, me giro sobre mi costado y miro tus ojos con paz, sé que si no he tenido pesadillas es porque gracias a ti he podido aplastar a los monstruos con fuerza, enterrándolos en lo más profundo de la mente para que no rompiesen mi descanso. Que he dejado de temblar por la noche porque tu abrazo me ha envuelto.
Ahora he aprendido que no tiene que importar si la actitud de los demás es radioactiva. Que no tengo que encogerme como antes. Ahora camino con la espalda recta y la sensación de que puedo luchar por aquello que quiero, de que tengo coraje para intentar todo aunque al final no lo consiga.
Ahora sé que lo que realmente importa no es el resultado final, lo que importa es todo aquello que puedo recoger en los costados del camino y tener la capacidad de esculpirme a mí misma, sin tener que rogarle a nadie que lo haga por mí.
Por fin he aprendido a confiar en mi talento natural, en mi capacidad para hacer las cosas que realmente quiero. También he aprendido a pagar el precio de mis errores, pero lo hago con gusto, porque aunque a veces sea doloroso, es lo natural y es necesario aceptarlo, para mantener la esperanza cuando hay ocasiones en las que no se ve la luz al final del túnel.
Aunque no deba porque quizás no es el momento, necesito darte las gracias por estar ahí, porque  esta fuerza, coraje y esperanza, son gracias a ti y a que siempre confiaste en mí, cuando ni yo misma lo hacía. Porque tú eres mi impulso.

22 de marzo de 2020

Luz encendida

Regreso a casa después de un día horrible en la oficina, hoy todo salía al revés, aunque la realidad es que hace mucho tiempo que todo está saliendo mal. Algo ocurre porque estoy alejada de todo lo que me gusta, la oscuridad está tomando el control total de cada parte del día y no sé cómo retomar todo aquello que me gusta.
Quiero ser capaz de salir ahí afuera y ser yo misma, observar todo a mi alrededor y plasmarlo en un papel en blanco, con las líneas marcadas y difuminadas del carbón. Convertir cada segundo en un trazo perfecto de esa realidad, en algo palpable y lleno de sensaciones que transcienda más allá de la simple vista.
Anhelo el caballete al fondo de mi armario, coger la paleta para mezclar colores, buscando el verde perfecto para cada brizna de hierba. Buscar la inclinación exacta de la montaña igual que se veía desde la ventana de mi casa nueva, para respirar el aire puro a través de los poros del lienzo.
Desearía rescatar aquella camisa vieja llena de manchas de pintura del cubo de la basura, para poder ponérmela de nuevo, para volar a otra dimensión con el intenso olor de la mezcla del cuadro impregnado en ella.
Mis dedos ansían cambiar durante algunos momentos al día las teclas por pinceles desgastados, para crear una noche llena de texturas y poder pintar la calle oscura de esta primavera, iluminada por la luz encendida en la ventana del otro lado de la calle.
No puedo evitar recordar cuando pinté aquella hermosa cascada, o la mujer asomada al balcón porque mis manos me pedían a gritos dejar una huella de la realidad, una realidad aplastante que amenaza con vencernos cada día, pero que yo me niego a aceptar y por eso sé que volveré a pintar.


21 de marzo de 2020

La poesía

El silencio inundaba la casa mientras estaba perdida en mis pensamientos, hasta que la melodía de una voz me alcanzó. Me acerqué más a la pared de la que provenía, para descubrir que era una hermosa poesía. Mis pies seguían el compás, incitándome a bailar y seguir el ritmo de los versos encadenados, permitiendo que mi mente se trasladase hasta el lago y poder bailar sobre la superficie.
La voz se apartaba dirigiéndose a la ventana y mis pies la seguían, hasta asomarme al exterior y girar en busca de su dueño. Nuestras miradas se cruzaron, mientras las palabras calaban en el alma y sanaban heridas abiertas que sangraban.
 Por un momento, la melodía se paró y parecía que ya todo se acababa, que la realidad regresaba para dejarme en soledad. Pero no, él al ver mi rostro triste continuó, regalándome más versos que me acompañarán hasta el final. Cerré los ojos, sabiendo que era mi último día, pero que al menos, moría con la poesía.

20 de marzo de 2020

Juntos

Las lágrimas corrían por mis mejillas sin parar, debido a la impotencia y a la frustración de no poder hacer nada. Mi garganta comenzaba a cerrarse y empezaba a notar la falta de aire. La sensación me agitaba, me agobiaba y me hacía temblar. Tuve que apoyarme en la pared para evitar caer al suelo, siento el miedo en mi ser, un miedo que me hacía dudar de si era capaz de ponerme de nuevo en pie.
Cerré los ojos, para gritarme a mí misma un ¡ya basta! Para seguir, no rendirme y levantarme de nuevo; pero mis piernas se negaban a obedecer y cuando casi lo había conseguido, empecé a caer de nuevo, hasta que un abrazo me recogió antes de llegar al suelo. La sorpresa me dio fuerzas y pude ver que no estaba sola, que estabas ahí como tantas otras veces, impidiendo mi caída.
Por un segundo, ese acto, me hizo olvidarme de este encierro, de que hay unos barrotes que me impiden salir y hacer todo lo que me gusta, que mi libertad se ha quemado.
Pero sentirte, aun sabiendo que no estás aquí en carne y hueso, me recuerda que estás ahí fuera cuidando de todo, para que cuando las paredes de cemento se queden atrás y volvamos a pisar la hierba juntos, nos podamos reír a carcajadas.
Te prometo que todas las cosas con las que soñábamos hace una  década y que aún no hemos podido  hacer juntos, mañana serán las más importantes, porque quiero poder hacerlas contigo.
Miro a través de la ventana, solo alcanzando a ver el gris de esta tormenta que se está volviendo eterna, pero ahora ya no lloro. Me levanto fuerte, me encaramo alto para coger aire y respirar profundo, para asegurarme de que voy a estar bien aquí. Porque ahora  te sujeto la mano a través de los barrotes y no voy a soltarte hasta que llegue mañana y caminemos descalzos sobre el suelo mojado.