20 de mayo de 2015

Cinco segundos

El ruido a mi alrededor se detiene, de pronto noto que todo se ralentiza, cierro los párpados despacio. Entonces me invade una imagen de mi misma siendo una niña, jugando en el campo que hay detrás de la casa de mis abuelos; en el árbol más grueso hay un columpio y yo estoy balanceándome en él,  mi tía pequeña me empuja y yo me río sin parar, contagiando mi risa a mi madre, el resto mis tías y mi abuela. Abro los párpados un segundo para cerrarlos de nuevo. Estoy sentada en el regazo de mi abuela paterna, mientras me consuela del llanto que tengo  por una regañina de mi padre y me dice que esté tranquila, que algún día seré mayor para dejar de llorar y vivir sin miedo, pero que siempre la tendré ahí. Vuelvo a abrir los párpados de nuevo para cerrarlos al instante. Una sucesión de  mi misma despidiéndome de mis amigos de la adolescencia, un arbol de navidad de se cuela en medio, meses después de mi  familia, dejando en mi buzón una carta y subiéndome a un coche para emprender un largo viaje. Otro parpadeo más, esta vez estoy completamente sola en el salón de la que un día fue mi casa con lágrimas rodando por mis mejillas, sufriendo el dolor de la soledad más absoluta. Parpadeo, una sucesión de sonrisas compartidas y abrazos contagiosos de los que un día fueron amigos; seguida de alguna lágrima más. Entonces las imágenes empiezan a ir más rápido y distingo pequeños flases de rostros  que han sido importantes en algún momento de mi vida, ojos que van cambiando, que al final se detienen en tan sólo un rostro. Ese rostro que es mi mitad, esos ojos que hacen que el tiempo no exista, que me hacen sentirme arropada en todo momento y con mi corazón completo. Ese rostro se queda en mi mente de forma permanente mientras mis párpados siguen completamente cerrados. Cuando los abro de nuevo ya no puedo cerrarlos más, porque lo único veo es un borrón que se parece a un coche, pero que está demasiado cerca, el sonido  vuelve de repente a mis oídos,lleno de una mezcla de pitidos, ruedas chirriando, metal chocando y cristal haciéndose añicos; en ese mismo momento la imagen de mi mente se desvanece por completo, cerniéndose sobre mi la más completa oscuridad.

11 de mayo de 2015

Mi viaje

El monitor de la terminal anuncia que el embarque de mi vuelo está apunto de empezar, así que  me coloco en la fila para dirigirme a mi destino. Me siento triste y emocionada a la vez, porque he decidido dejar toda mi vida atrás con tan solo  una maleta y un montón de esperanza. Voy a una tierra desconocida, con gente que apenas conozco de un día, pero eso no me importa nada. Solo sé que debo alejarme de mi anterior yo, que tengo que correr hacia mi destino porque siento que si no me voy nunca conseguiré tener una vida. Me niego a ser una marioneta que hace lo que le dicen todo el tiempo, que no puede opinar ni pensar por si misma; yo no valgo para callarme y obedecer. Aunque sea mujer no soy una sumisa, nunca lo seré, eso es algo que tengo muy claro en mi vida, por eso estoy huyendo; aunque realmente no pienso que esté huyendo, sino que estoy luchando por mi misma, para que mi alma pueda llegar a ser la que debe ser. Sé que  este viaje me va a costar mucho dolor y lágrimas, desesperación, miedo, tentaciones y sobre todo errores; pero no me importa, pasaré por todo lo necesario para poder llegar a tener a alguien que realmente se preocupe por mi y me ame como soy. Tengo muchos defectos, pero ¿quien leches es perfecto en esta vida? déjame decirte que nadie es perfecto. Pero los defectos hacen las partes de nuestra alma que son buenas, todavía sean mejores, y a la vez hacen que tengamos metas y sueños.
Lo digo con entera certeza, porque sé que el final de mi viaje será bueno, mejor de lo que pensaba, porque aunque todavía no ha acabado, ahora estoy en un punto avanzado de este viaje recogiendo todo lo bueno que me encuentro en él, aunque no sé donde será el final, si a quien me llevaré conmigo. Es un viaje que ha comenzado con muchas lágrimas, pero para llegar a las sonrisas que nos iluminan hasta nuestros ojos, hay que pasar por un mar de lágrimas; entonces sabrás de verdad en que momento disfrutas de esas sonrisas. Eso hace que todo viaje merezca la pena.