Este blog contiene algunos relatos breves y escritos, inspirados en gestos diarios, imágenes y música. Historias que muestran la realidad de la vida, y algunos van un poco más allá. Son historias para todos de la mano de Anna Hibernum
29 de julio de 2018
El regreso del monstruo
Voces lejanas me llamaron, yo quería volver pero todo estaba demasiado oscuro, no tenía el control en absoluto. La presión del pecho aumentó tanto que pensé que me iba a reventar el tórax. Los segundos parecían horas en ese maldito limbo tan conocido para mí. Una corriente de aire frío me golpeo bien fuerte, el impacto causó cierta conmoción, pero a la vez me permitió comenzar a respirar con normalidad, aunque todo seguía doliendo, no recordaba que doliese tanto, que se sentiría como la piel separándose de la carne.
Cuando mi mente volvió en sí lo supe, el maldito monstruo interior que pensé que había matado hacía años, seguía vivo y volvía con más fuerza que nunca. Me había olvidado de él, lo había enterrado bien profundo, para asegurarme de que permanecía ahí, pero no funcionó ¿Por qué ahora? Ya tenía bastante con las pesadillas de vuelta, con el pasado acechando tras la esquina en cada momento de debilidad. Perdí tiempo construyéndome una maldita jaula, que no sirve para nada, porque esto reside en mí, no importa lo que me rodee, soy un demonio. Haga lo que haga estoy jodido, porque se siente como una maldita lápida aplastándome.
Hoy la he visto a ella por enésima vez y no he podido frenarlo. He cruzado la calle para seguirla pero he sido muy cuidadoso evitando que me viese, hasta que ha llegado a su casa y me he quedado al acecho. Parecía muy lista, pero es una estúpida más; ha dejado una ventana lateral abierta. Después de casi dos horas, todo está silencioso y es mi momento para entrar. En el bolsillo llevo mi cuerda favorita para hacer sogas, parecerá un suicidio, pero antes voy a hacer que sufra. Quiero que vea mi cara en medio de la oscuridad al despertar, que sepa quién acabará con ella. Así que envuelvo su cuello con mis manos apretando fuerte hasta que abre los ojos y veo cómo me mira con terror, mientras yo me deleito con la sensación a través de mi agarre, con su sufrimiento en el ambiente; es una sensación maravillosa.
Las luces se encienden de golpe y me aturdo un poco, me aseguré de que estaba sola en casa, así que no entiendo nada. Enseguida noto algo frío sobre nuca, estoy seguro de que es una pistola, así que aflojo el agarre hasta soltarla del todo; un par de hombres se sitúan frente a mí. Me fijo en sus caras y los reconozco, son sus compañeros en la estación de policía. Al enfocar de nuevo la vista en ella, veo una sonrisa triunfante en su cara - Te tenemos cabrón, estaba esperando tu regreso. Ahora al fin pagarás por todos los asesinatos que has cometido.
Sé que ahora ya no hay marcha atrás así que hago lo único que puedo hacer en ese momento, les ataco, pero mi única meta es esa bala que me atraviesa cuando ven que no me pueden frenar. La sangre lo inunda todo y solo digo unas últimas palabras. Gracias, por matar al monstruo, yo no tuve valor.
26 de julio de 2018
Su sonrisa.
Las noches están llenas de pesadillas que me atormentan. Aquellos días llenos de monstruos regresan cada maldita noche y no puedo hacer nada por evitarlo, tan solo tú voz era capaz de calmarme para volver a dormir. En el orfanato todos me hacen la vida imposible, no entiendo por qué en lugar de apoyarse unos a otros, luchan entre sí como si esto fuera una maldita guerra, como si todos los que estamos ahí dentro no hubiéramos perdido ya bastante en nuestras vidas.
Te juro que he intentado pensar que puedo salir de aquí, que en cuanto crezca seré un hombre fuerte, pero no puedo; sobre todo cuando la veo a ella. La niña de la mirada triste, nunca sonríe, sus ojos parecen estar sumidos en una tormenta, pienso en salvarla una y otra vez, porque si la salvo a ella sé que podré salvarme a mí mismo; pero parece imposible. Si el mundo está lleno de niños como nosotros, no puede ser un mundo feliz ¿Por qué los que están bien no hacen nada por ayudarnos, abuela? ¿Por qué nos tienen en el olvido? Sabes, me he dado cuenta de que todos prefieren mirar hacia otro lado cuando pasan por nuestra acera, o se limitan a bajar la cabeza y continuar con su vida. Los peores, son aquellos que se lamentan por nosotros, suspiran y luego siguen adelante sin más. Estarán tristes unos minutos, pero pronto se les olvidará.
Tengo que regresar adentro, porque es tarde y los mayores se enfadan si no estamos en la cama a nuestra hora, somos muchos, les damos mucho trabajo, no sé cómo pueden estar pendientes de todo, siendo tan pocos. Hacen lo que pueden, pero darnos un techo y de comer ya es un mundo para ellos.
Me detengo en los peldaños de la entrada, porque alguien me está bloqueando el paso, levanto la cabeza y veo a la niña de ojos tristes, me mira fijamente pero hay algo diferente en ella. Baja el siguiente escalón y alarga la mano. Noto algo atravesando mi costado y un dolor agudo, al mirar veo que es una navaja ¿Por qué me ha clavado una maldita navaja? La miro intentando averiguar el motivo y la niña me sonríe, no es la sonrisa que me imaginé, esa sonrisa es de otro mundo, uno muy cruel. Ahora me doy cuenta abuela, que debí pensar en salvarme a mí mismo antes. Las rodillas me ceden, pero no me importa el dolor, miro al cielo y pienso en ti; quiero verte y sé que vas a venir a buscarme para llevarme contigo. Ahora estaremos juntos para siempre, abuela.
21 de julio de 2018
Goteo
19 de julio de 2018
Veneno
7 de julio de 2018
Flores marchitas
6 de julio de 2018
Mi viejo oso
Hoy los niños en el colegio me han vuelto a llamar la nueva, aunque llevamos siendo compañeros unos cuantos cursos; siempre soy la nueva para ellos. No entiendo qué pasa, pero no es como en el otro colegio, allí mis amigos me sonreían de verdad y era una más. Aquí parezco una intrusa en clase y también en el patio, siempre se fijan en lo que hago y si sé hacer algo que ellos no, se molestan mucho. Odio regresar a casa con ellos, porque me molestan todo el rato, me pellizcan y me dan pataditas en los zapatos para que me tropiece, prefiero volver caminando sola y así disfruto del paseo.
No quiero salir a jugar, prefiero estar en mi habitación con mis cosas, jugando a cualquier cosa que se me ocurra en el momento. Cuando juego con ellos, sé que quieren reírse de mí, me ponen trampas o me dicen que vamos a hacer algo y luego ellos se rajan, para que sea yo la que queda en ridículo. Todavía no entiendo sus razones, aunque no me enfado, pero sí que me pongo triste, porque me encanta jugar y reírme de verdad, con esas carcajadas que te hacen doler el estómago, pero te llenan de felicidad.
Según crezco, noto más esos desplantes, las malas intenciones que tienen. Cada día que pasa sigo odiando mi habitación nueva, porque ella también sigue siendo nueva. No sé que hacer, pero odio ir al colegio, me gustaría poder despertarme mañana en nuestra casa de antes, tener a mis amigos de nuevo, poder ser yo otra vez y tener de nuevo mi viejo oso de peluche.
2 de julio de 2018
Tan solo quiero dormir
Despierto en mitad de la noche, temblando de frío; en algún momento la calefacción ha debido apagarse y la casa está congelada. Me levanto de la cama, para ir a ver la caldera, pero no hay luz, seguramente han sido los plomos. Odio caminar por la casa en medio de la oscuridad, pero no me queda más remedio; cojo la lámpara de pilas de la mesilla y voy hasta la entrada, para ver el cuadro de luces. La casa está demasiado silenciosa, pero noto que algo no está bien, parece como si hubiera alguien aquí conmigo.
Por si acaso cojo el jarrón del pasillo, sé que no hace mucho, pero menos es nada y me hace sentir un poco más segura. Al llegar a la entrada, compruebo que todo está en orden, no hay ninguna clavija bajada, así que me asomo a la ventana. Las farolas de la calle están encendidas, en las casas de algún vecino se ve luz, esto no es normal y me empiezo a preocupar bastante. Dejo la ventana y me giro para coger el teléfono y llamar a la compañía eléctrica, algo me impide avanzar, pero ante mí no parece haber nada. Me agacho con la lámpara, el jarrón se cae de la mano estrellándose contra el suelo y grito, mientras las lágrimas empiezan a salir sin control ¡Otra vez no! Ante mí veo tu cadáver, tu mirada ausente clavada en mis ojos como el día en que te encontré en el suelo. Sé que es un espejismo, pero aún así parece tan real, cada vez que la imagen se presenta ante mí, revivo aquel horror, que me arrastra hasta las profundidades del abismo de nuevo. Ese del que no consigo salir, por más que lo intento.
Estoy tan cansada amor, harta de luchar durante años contra esos recuerdos; intentado sacar a flote los buenos momentos que tuvimos juntos. Pero pesa tanto el horror de aquel día, en el que te quitaron la vida, que no puedo vivir. Los días apenas pasan ante mis ojos, las horas son eternas y las noches llenas de insomnio, con pesadillas que hacen mella en mí una y otra vez. Ni siquiera soy capaz de volver a ver nuestras fotos, por eso he tenido que quitarlas, porque al final solo veía tus ojos sin vida. La mayoría de los días pienso que estoy muerta, que soy un fantasma deambulando por los días, sin ningún fin. No he vuelto a trabajar y las pastillas son mi comida diaria, a veces siento que hasta la sangre se escapa de mis venas, tan solo deseo reunirme contigo en el otro lado.
Me levanto del suelo dirigiéndome hasta la cocina, giro la rueda del gas, pero no enciendo en fuego, me voy al salón a sentarme en el sofá, mientras me arropo con la manta que me regalaste. Es tan calentita, sabías que me encantaba arroparme con ella en los días de lluvia; hoy no llueve pero mi alma está anegada y a punto de ahogarse. Así que me arropo mientras pienso en ti, ya noto el aire cargado con el olor a gas, pero no me importa, respiro tranquila, incluso cojo aire con ganas; porque sé que cuando me duerma ya estaré contigo.