29 de julio de 2018

El regreso del monstruo

En cuanto abrí los ojos supe que algo era diferente, una sensación debajo de la piel estaba despertando, algo que me resultaba tremendamente familiar, que en solo un segundo se expandió, succionando la razón.  Noté como los músculos se endurecían y el canal del aire se estrechó con el pánico en mi respiración.
Voces lejanas me llamaron, yo quería volver pero todo estaba demasiado oscuro, no tenía el control en absoluto. La presión del pecho aumentó tanto que pensé que me iba a reventar el tórax. Los segundos parecían horas en ese maldito limbo tan conocido para mí. Una corriente de aire frío me golpeo bien fuerte, el impacto causó cierta conmoción, pero a la vez me permitió comenzar a respirar con normalidad, aunque todo seguía doliendo, no recordaba que doliese tanto, que se sentiría como la piel separándose de la carne.
Cuando mi mente volvió en sí lo supe, el maldito monstruo interior que pensé que había matado hacía años, seguía vivo y volvía con más fuerza que nunca. Me había olvidado de él, lo había enterrado bien profundo, para asegurarme de que permanecía ahí, pero no funcionó ¿Por qué ahora? Ya tenía bastante con las pesadillas de vuelta, con el pasado acechando tras la esquina en cada momento de debilidad. Perdí tiempo construyéndome una maldita jaula, que no sirve para nada, porque esto reside en mí, no importa lo que me rodee, soy un demonio. Haga lo que haga estoy jodido, porque se siente como una maldita lápida aplastándome.
Hoy la he visto a ella por enésima vez y no he podido frenarlo. He cruzado la calle para seguirla pero he sido muy cuidadoso evitando que me viese, hasta que ha llegado a su casa y me he quedado al acecho. Parecía muy lista, pero es una estúpida más; ha dejado una ventana lateral abierta. Después de casi dos horas, todo está silencioso y es mi momento para entrar. En el bolsillo llevo mi cuerda favorita para hacer sogas, parecerá un suicidio, pero antes voy a hacer que sufra. Quiero que vea mi cara en medio de la oscuridad al despertar, que sepa quién acabará con ella. Así que envuelvo su cuello con mis manos apretando fuerte hasta que abre los ojos y veo cómo me mira con terror, mientras yo me deleito con la sensación a través de mi agarre, con su sufrimiento en el ambiente; es una sensación maravillosa.

Las luces se encienden de golpe y me aturdo un poco, me aseguré de que estaba sola en casa, así que no entiendo nada. Enseguida noto algo frío sobre nuca, estoy seguro de que es una pistola, así que aflojo el agarre hasta soltarla del todo; un par de hombres se sitúan frente a mí. Me fijo en sus caras y los reconozco, son sus compañeros en la estación de policía. Al enfocar de nuevo la vista en ella, veo una sonrisa triunfante en su cara - Te tenemos cabrón, estaba esperando tu regreso. Ahora al fin pagarás por todos los asesinatos que has cometido.
Sé que ahora ya no hay marcha atrás así que hago lo único que puedo hacer en ese momento, les ataco, pero mi única meta es esa bala que me atraviesa cuando ven que no me pueden frenar. La sangre lo inunda todo y solo digo unas últimas palabras. Gracias, por matar al monstruo, yo no tuve valor.

26 de julio de 2018

Su sonrisa.

Hoy he salido a dar un paseo antes de dormir como solíamos hacer, veo las estrellas y me imagino que la que más brilla eres tú, observando cómo caigo derrotado día tras día sin ti. Porque abuela, desde que ya no estás todo se ha vuelto al revés, lo que estaba bien ahora está mal y lo que antes estaba mal ahora me parece lo correcto. Es tan duro caminar descalzo sobre el cemento, que mis pies están en carne viva y no puedo ponerme ni los zapatos.
Las noches están llenas de pesadillas que me atormentan. Aquellos días llenos de monstruos regresan cada maldita noche y no puedo hacer nada por evitarlo, tan solo tú voz era capaz de calmarme para volver a dormir. En el orfanato todos me hacen la vida imposible, no entiendo por qué en lugar de apoyarse unos a otros, luchan entre sí como si esto fuera una maldita guerra, como si todos los que estamos ahí dentro no hubiéramos perdido ya bastante en nuestras vidas.
Te juro que he intentado pensar que puedo salir de aquí, que en cuanto crezca seré un hombre fuerte, pero no puedo; sobre todo cuando la veo a ella. La niña de la mirada triste, nunca sonríe, sus ojos parecen estar sumidos en una tormenta, pienso en salvarla una y otra vez, porque si la salvo a ella sé que podré salvarme a mí mismo; pero parece imposible. Si el mundo está lleno de niños como nosotros, no puede ser un mundo feliz ¿Por qué los que están bien no hacen nada por ayudarnos, abuela? ¿Por qué nos tienen en el olvido? Sabes, me he dado cuenta de que todos prefieren mirar hacia otro lado cuando pasan por nuestra acera, o se limitan a bajar la cabeza y continuar con su vida. Los peores, son aquellos que se  lamentan por nosotros, suspiran y luego siguen adelante sin más. Estarán tristes unos minutos, pero pronto se les olvidará.

Tengo que regresar adentro, porque es tarde y los mayores se enfadan si no estamos en la cama a nuestra hora, somos muchos, les damos mucho trabajo, no sé cómo pueden estar pendientes de todo, siendo tan pocos. Hacen lo que pueden, pero darnos un techo y de comer ya es un mundo para ellos.
 Me detengo en los peldaños de la entrada, porque alguien me está bloqueando el paso, levanto la cabeza y veo a la niña de ojos tristes, me mira fijamente pero hay algo diferente en ella. Baja el siguiente escalón y alarga la mano. Noto algo atravesando mi costado y un dolor agudo, al mirar veo que es una navaja ¿Por qué me ha clavado una maldita navaja? La miro intentando averiguar el motivo y la niña me sonríe, no es la sonrisa que me imaginé, esa sonrisa es de otro mundo, uno muy cruel. Ahora me doy cuenta abuela, que debí pensar en salvarme a mí mismo antes. Las rodillas me ceden, pero no me importa el dolor, miro al cielo y pienso en ti; quiero verte y sé que vas a venir a buscarme para llevarme contigo. Ahora estaremos juntos para siempre, abuela.

21 de julio de 2018

Goteo


Me desperté  con el sonido de un goteo constante, abrí los ojos en medio de la oscuridad, intentando averiguar de dónde provenía. Un resquicio de luz asomaba desde la puerta entreabierta del baño. Eran las 3 de la madrugada, me sorprendió un poco, porque Marcos esa noche estaba de viaje por trabajo y juraría que cuando me fui a acostar había dejado todas las luces apagadas. Sentía que algo no iba bien, así que me levanté para cerrar el grifo y apagar la luz, deseando que pudiese volver a dormirme después de eso.
Mis pies descalzos pisaron el suelo húmedo del baño y por acto reflejo los miré, me quedé sorprendida al ver que el agua del suelo estaba un poco turbia. La cortina de la bañera estaba totalmente echada, mi instinto me advertía que no la abriese, pero mi razón me obligaba a que dejase de pensar paranoias. Así que cogí aire y de un tirón la abrí. Vi todo rojo, había sangre salpicada en los azulejos y en el suelo de la bañera, todo empezó a darme vueltas; aunque la bañera estaba vacía. En parte eso me relajó, pero tenía que haber una explicación para tanta sangre. Con cuidado salí del baño, dispuesta a explorar el resto de la casa. Estaba muerta de miedo, así que cogí la lámpara de hierro  macizo que Marcos me había regalado; algo me decía que no estaba sola a pesar del silencio absoluto.
Recorrí la casa, temerosa en cada uno de los giros que hacía, mirando cada una de las estancias. No encontré nada raro, las puertas estaban cerradas y las ventanas también; solo me quedaba por mirar el armario de la habitación. Con cuidado abrí la puerta corredera, todo estaba como siempre, allí no había nada. Regresé al baño para limpiar la sangre, pensando que tal vez fuese una siniestra pesadilla; pero para mi horror la sangre seguía estando allí.
La ansiedad empezaba a consumirme por dentro, así que fui corriendo a la habitación a buscar el móvil para llamar a Marcos, necesitaba hacer algo, buscar una explicación, no podía dormirme sin saber qué narices estaba pasando. Al coger el móvil, miré mis manos con atención, algo no encajaba; fue entonces cuando me di cuenta de que mis uñas tenían sangre seca por debajo.  Nerviosa empecé a levantarme la camiseta, buscando cualquier indicio de heridas. Descubrí rastros de sangre por mi piel, pero yo no tenía heridas, estaba intacta; sin embargo la sangre era demasiada para un simple rasguño o corte. Me hice un ovillo en una esquina de la cama, temblando, no sabía cómo era posible, pero la sangre en mi cuerpo y en la bañera, demostraba que algo había ocurrido. No saber el qué, me estaba martirizando por dentro ¿Era posible hacer algo dormida, sin darte cuenta? Sabía que de pequeña había sido sonámbula, pero los episodios habían cesado hacía años ¡No, no podía ser! Llamé a Marcos pero después de cinco tonos, saltó el buzón de voz, era muy raro que no contestase a esas horas; siempre que lo necesitaba ahí estaba para mí.
Después de lo que parecieron horas a Clara le llegó un mensaje desde el móvil de Marcos, eran fotos. Se quedó totalmente helada al ver su cuerpo tendido  en el suelo con un charco de sangre alrededor y una herida abierta en el pecho.  Un alarido de dolor salió de su garganta, temblando pasó a la foto siguiente, se vio a ella misma con un cuchillo en la mano mirando directamente el cuerpo de Marcos.  De la impresión de verse ahí con el cuchillo, el móvil se le escurrió de las manos estrellándose contra el suelo y haciéndose añicos ¡Ella no podía haber hecho eso! Era imposible. Corrió al baño desesperada, agonizando de dolor, de rabia por no tener una explicación y horrorizada, por saber que ella había acabado con la vida de la persona que más le importaba en el mundo. Buscó en los cajones del baño la cuchilla de afeitar de Marcos y sin pensárselo dos veces se rajó las muñecas dejándose caer lentamente al suelo; no quería vivir sabiendo lo que había hecho.
Al día siguiente la puerta de  la casa se abrió, el nombre de Clara retumbó por toda la casa, pero ella ya no podía oír, su corazón había dejado de latir hacía horas. Pasos preocupados iban por la casa de un lado a otro, hasta que en el baño se pararon en seco. Marcos cayó sobre sus rodillas al lado del frío cuerpo de Clara, rodeado por un charco de sangre. Al final había pasado, el médico les advirtió que las alucinaciones irían en aumento con el tratamiento, pero jamás imaginó que pudiesen con ella.

19 de julio de 2018

Veneno



Lara llevaba años sufriendo, siendo tan solo una niña sus padres la habían vendido a aquel monstruo a cambio de dinero para comprar tierras. Desde aquel día dejó de creer en la familia, era tan pequeña que aún no comprendía qué estaban haciendo con ella. El día de la boda con su propietario, todos habían sido muy amables y él a pesar de ser dos décadas mayor la trataba bien. Pero al llegar a casa vio la realidad de lo que ocurría, él la obligaba a hacer cosas que no le gustaban. Desde el primer día tenía que dormir desnuda y ella no quería, se sentía que estaba haciendo algo horrible, pero le obedeció porque su madre le había dicho que debía obedecer o él la castigaría. Los primeros días aún así no le parecieron tan malos, hasta que comenzó a visitarla por la noche, él le acariciaba la mejilla mientras le susurraba que esperaría un poco más antes de hacerla suya; aunque él la había comprado y ya era suya, sabía que detrás de aquellas palabras había mucho más.
El verdadero horror empezó el día en que se cambió al dormitorio principal. Allí solo había una cama y él no dudó en usarla por la fuerza para satisfacer sus deseos, aquella noche pensó que iba a morir desangrada y de dolor. Pero eso no ocurrió, porque aquella noche se repitió cada noche desde que podía recordar. Durante el día parecía otra persona y la dejaba hacer en casa lo que quisiese, pero durante la noche, no importaba nada que ella no quisiera estar allí, era de su propiedad y ya le había dejado claro, para qué la había comprado.
Con el tiempo creció, aunque parecía débil por fuera por dentro era toda una superviviente que no dejaba de luchar buscando una maldita salida. En más de una ocasión había pensado acabar con su vida, pero sabía que si conseguía huir tendría una oportunidad para escapar del horror y vivir la vida que aquel monstruo le había arrebatado. Una vez había estado a punto de encontrar una forma de huir, pero detuvo el plan porque él había traído otra niña a casa. No estaba dispuesta a permitir que aquella niña tuviera que pasar por lo mismo que ella, así que con todas sus fuerzas hizo lo posible por recibir el daño y que el desgraciado no tocase a la niña. Si al final huía debía llevársela con ella, porque no podía dejar que aquellos ojos inocentes dejasen de serlo.
En la pequeña biblioteca de la casa encontró un libro de plantas medicinales, en un principio lo leyó por aburrimiento, pero pronto se dio cuenta de que había muchas venenosas e incluso algunas mortales. Empezó a dedicar su tiempo libre a examinar el libro a fondo, hasta que se le ocurrió como preparar un potente veneno. No era tonta, así que primero lo probaría en uno de los perros de la casa y si funcionaba habría una posibilidad. Durante una semana recogió todas las hierbas que necesitaba, las maceró en un bote de cristal en el fondo del armario y cuando creyó que ya estaban listas, se las dio al chucho sarnoso que estaba atado al otro lado del patio. El perro por la mañana aún estaba vivo, pero menos activo que de costumbre, así que decidió repetir  dándole la dosis; con los días  el perro se fue apagando hasta que murió.
Lara preparó otro frasco con veneno y empezó a dárselo a su amo, el primer día no notó nada en él, así que por costumbre en su comida siempre echaba un chorro de aquel líquido, con la esperanza de que surtiese efecto. Él apenas se notaba cansado, así que ella empezó a desmoralizarse, perdiendo las fuerzas a la par que la esperanza. Una mañana se despertó con lo que parecía fiebre, pero la niña enseguida le trajo algo de beber para ayudarla. Cuando se terminó todo el contenido de la taza, fue consciente de que él estaba junto a la puerta tan vivo como siempre y con una sonrisa maliciosa en la cara. Entonces alzó el brazo mostrándole el frasco que contenía su veneno, vacío. No podía creer que él se hubiese dado cuenta, había sido cuidadosa; la niña le dijo - Lo siento- y entonces supo que en su inocencia la había delatado, lo que no sabía esa niña es que lo pagaría bien caro. Pero Lara ya no podía hacer nada, porque la luz de la habitación se estaba difuminando para dar paso a la oscuridad.

7 de julio de 2018

Flores marchitas


El jarrón que hay encima de la mesa tan solo guarda unos tallos secos, los pétalos marchitos se extienden a su alrededor sobre la superficie. En el centro del salón aún están los platos rotos que nos tiramos cuando discutimos, apenas soy consciente de que estoy aquí sin ti, hasta que me doy cuenta de que tu cazadora está sobre el respaldo del sofá. Aquella noche te fuiste sin ella hacía demasiado frío, pero estabas tan enfado conmigo que te daba absolutamente igual. Los recuerdos son difusos, pero sé que saliste corriendo, yo no podía dejarte ir en ese estado, así que salí detrás de ti; te alcancé con el coche ya en marcha y logré subirme antes de que te dieses cuenta de echar el seguro. Tú querías que me bajase, querías estar solo, yo no quería que estuvieras por ahí, porque cuando te enfadas necesitas que te recuerde que estás aquí, para no hacer cosas de las que luego te arrepientes cegado por la ira.
La noche era bastante oscura y casi te llevas por delante a un chico que iba paseando por la calle, te obligué a centrarte en la conducción y eso te enfadó todavía más. Sin pensarlo dos veces diste la vuelta en medio de la calle con la intención de llevarme a casa. Ninguno de los dos tuvimos tiempo de ver el coche que venía a más velocidad de la habitual, hasta que fue demasiado tarde. El impacto fue directo a tu lado del coche, yo solo recuerdo dar vueltas de campana y cerrar los ojos. Cuando los abrí de nuevo, la sangre goteaba por tu frente, yo no me podía mover porque el cinturón me sujetaba con fuerza al asiento; entonces me di cuenta de que tú no te lo habías puesto, cegado por tu enfado. Te llamé a gritos, desesperada por obtener alguna respuesta, durante lo que parecieron segundos abriste un poco los párpados pero apenas eras capaz de hablar. Susurré para que te callases, mientras gritaba por ayuda. Noté poco a poco como tu vida se escurría de tu cuerpo y no podía soportarlo, necesitaba que aguantases.
Conseguí quitarme el cinturón, pero no podía llegar a ti, estaba atrapada; así que estiré el brazo todo lo que pude hasta alcanzar tu mejilla. Tu piel ya estaba demasiado fría, créeme amor que no pude hacer nada, pero no puedo quitarme de la cabeza tu último aliento, con aquel “te amo”.

6 de julio de 2018

Mi viejo oso

La habitación está oscura, afuera hay mucho viento y las ramas de los árboles proyectan sombras en mi ventana. Ya llevamos unos años en esta casa, pero todavía no me acostumbro a dormir en esta habitación además, extraño mi viejo oso. Por eso me rodeo de peluches y me tapo todo lo que puedo con el edredón, hasta cubrir mi cabeza.
Hoy los niños en el colegio me han vuelto a llamar la nueva,  aunque llevamos siendo compañeros unos cuantos cursos; siempre soy la nueva para ellos. No entiendo qué pasa, pero no es como en el otro colegio, allí mis amigos me sonreían de verdad y era una más. Aquí parezco una intrusa en clase y también en el patio, siempre se fijan en lo que hago y si sé hacer algo que ellos no, se molestan mucho. Odio regresar a casa con ellos, porque me molestan todo el rato, me pellizcan y me dan pataditas en los zapatos para que me tropiece, prefiero volver caminando sola y así disfruto del paseo.
No quiero salir a jugar, prefiero estar en mi habitación con mis cosas, jugando a cualquier cosa que se me ocurra en el momento. Cuando juego con ellos, sé que quieren reírse de mí, me ponen trampas o me dicen que vamos a hacer algo y luego ellos se rajan, para que sea yo la que queda en ridículo. Todavía no entiendo sus razones,  aunque no me enfado, pero sí que me pongo triste, porque me encanta jugar y reírme de verdad, con esas carcajadas que te hacen doler el estómago, pero te llenan de felicidad.
Según crezco, noto más esos desplantes, las malas intenciones que tienen. Cada día que pasa sigo odiando mi habitación nueva, porque ella también sigue siendo nueva. No sé que hacer, pero odio ir al colegio, me gustaría poder despertarme mañana en nuestra casa de antes, tener a mis amigos de nuevo, poder ser yo otra vez y tener de nuevo mi viejo oso de peluche.

2 de julio de 2018

Tan solo quiero dormir

Despierto en mitad de la noche, temblando de frío; en algún momento la calefacción ha debido apagarse y la casa está congelada. Me levanto de la cama, para ir a ver la caldera, pero no hay luz, seguramente han sido los plomos. Odio caminar por la casa en medio de la oscuridad, pero no me queda más remedio; cojo la lámpara de pilas de la mesilla y voy hasta la entrada, para ver el cuadro de luces. La casa está demasiado silenciosa, pero noto que algo no está bien, parece como si hubiera alguien aquí conmigo.
Por si acaso cojo el jarrón del pasillo, sé que no hace mucho, pero menos es nada y me hace sentir un poco más segura. Al llegar a la entrada, compruebo que todo está en orden, no hay ninguna clavija bajada, así que me asomo a la ventana. Las farolas de la calle están encendidas, en las casas de algún vecino se ve luz, esto no es normal y me empiezo a preocupar bastante. Dejo la ventana y me giro para coger el teléfono y llamar a la compañía eléctrica, algo me impide avanzar, pero ante mí no parece haber nada. Me agacho con la lámpara, el jarrón se cae de la mano estrellándose contra el suelo y grito, mientras las lágrimas empiezan a salir sin control ¡Otra vez no! Ante mí veo tu cadáver, tu mirada ausente clavada en mis ojos como el día en que te encontré en el suelo. Sé que es un espejismo, pero aún así parece tan real, cada vez que la imagen se presenta ante mí, revivo aquel horror, que me arrastra hasta las profundidades del abismo de nuevo. Ese del que no consigo salir, por más que lo intento.
Estoy tan cansada amor, harta de luchar durante años contra esos recuerdos; intentado sacar a flote los buenos momentos que tuvimos juntos. Pero pesa tanto el horror de aquel día, en el que te quitaron la vida, que no puedo vivir. Los días apenas pasan ante mis ojos, las horas son eternas y las noches llenas de insomnio, con pesadillas que hacen mella en mí una y otra vez. Ni siquiera soy capaz de volver a ver nuestras fotos, por eso he tenido que quitarlas, porque al final solo veía tus ojos sin vida. La mayoría de los días pienso que estoy muerta, que soy un fantasma deambulando por los días, sin ningún fin. No he vuelto a trabajar y las pastillas son mi comida diaria, a veces siento que hasta la sangre se escapa de mis venas, tan solo deseo reunirme contigo en el otro lado.
Me levanto del suelo dirigiéndome hasta la cocina, giro la rueda del gas, pero no enciendo en fuego, me voy al salón a sentarme en el sofá, mientras me arropo con la manta que me regalaste. Es tan calentita, sabías que me encantaba arroparme con ella en los días de lluvia; hoy no llueve pero mi alma está anegada y a punto de ahogarse. Así que me arropo mientras pienso en ti, ya noto el aire cargado con el olor a gas, pero no me importa, respiro tranquila, incluso cojo aire con ganas; porque sé que cuando me duerma ya estaré contigo.