19 de julio de 2018

Veneno



Lara llevaba años sufriendo, siendo tan solo una niña sus padres la habían vendido a aquel monstruo a cambio de dinero para comprar tierras. Desde aquel día dejó de creer en la familia, era tan pequeña que aún no comprendía qué estaban haciendo con ella. El día de la boda con su propietario, todos habían sido muy amables y él a pesar de ser dos décadas mayor la trataba bien. Pero al llegar a casa vio la realidad de lo que ocurría, él la obligaba a hacer cosas que no le gustaban. Desde el primer día tenía que dormir desnuda y ella no quería, se sentía que estaba haciendo algo horrible, pero le obedeció porque su madre le había dicho que debía obedecer o él la castigaría. Los primeros días aún así no le parecieron tan malos, hasta que comenzó a visitarla por la noche, él le acariciaba la mejilla mientras le susurraba que esperaría un poco más antes de hacerla suya; aunque él la había comprado y ya era suya, sabía que detrás de aquellas palabras había mucho más.
El verdadero horror empezó el día en que se cambió al dormitorio principal. Allí solo había una cama y él no dudó en usarla por la fuerza para satisfacer sus deseos, aquella noche pensó que iba a morir desangrada y de dolor. Pero eso no ocurrió, porque aquella noche se repitió cada noche desde que podía recordar. Durante el día parecía otra persona y la dejaba hacer en casa lo que quisiese, pero durante la noche, no importaba nada que ella no quisiera estar allí, era de su propiedad y ya le había dejado claro, para qué la había comprado.
Con el tiempo creció, aunque parecía débil por fuera por dentro era toda una superviviente que no dejaba de luchar buscando una maldita salida. En más de una ocasión había pensado acabar con su vida, pero sabía que si conseguía huir tendría una oportunidad para escapar del horror y vivir la vida que aquel monstruo le había arrebatado. Una vez había estado a punto de encontrar una forma de huir, pero detuvo el plan porque él había traído otra niña a casa. No estaba dispuesta a permitir que aquella niña tuviera que pasar por lo mismo que ella, así que con todas sus fuerzas hizo lo posible por recibir el daño y que el desgraciado no tocase a la niña. Si al final huía debía llevársela con ella, porque no podía dejar que aquellos ojos inocentes dejasen de serlo.
En la pequeña biblioteca de la casa encontró un libro de plantas medicinales, en un principio lo leyó por aburrimiento, pero pronto se dio cuenta de que había muchas venenosas e incluso algunas mortales. Empezó a dedicar su tiempo libre a examinar el libro a fondo, hasta que se le ocurrió como preparar un potente veneno. No era tonta, así que primero lo probaría en uno de los perros de la casa y si funcionaba habría una posibilidad. Durante una semana recogió todas las hierbas que necesitaba, las maceró en un bote de cristal en el fondo del armario y cuando creyó que ya estaban listas, se las dio al chucho sarnoso que estaba atado al otro lado del patio. El perro por la mañana aún estaba vivo, pero menos activo que de costumbre, así que decidió repetir  dándole la dosis; con los días  el perro se fue apagando hasta que murió.
Lara preparó otro frasco con veneno y empezó a dárselo a su amo, el primer día no notó nada en él, así que por costumbre en su comida siempre echaba un chorro de aquel líquido, con la esperanza de que surtiese efecto. Él apenas se notaba cansado, así que ella empezó a desmoralizarse, perdiendo las fuerzas a la par que la esperanza. Una mañana se despertó con lo que parecía fiebre, pero la niña enseguida le trajo algo de beber para ayudarla. Cuando se terminó todo el contenido de la taza, fue consciente de que él estaba junto a la puerta tan vivo como siempre y con una sonrisa maliciosa en la cara. Entonces alzó el brazo mostrándole el frasco que contenía su veneno, vacío. No podía creer que él se hubiese dado cuenta, había sido cuidadosa; la niña le dijo - Lo siento- y entonces supo que en su inocencia la había delatado, lo que no sabía esa niña es que lo pagaría bien caro. Pero Lara ya no podía hacer nada, porque la luz de la habitación se estaba difuminando para dar paso a la oscuridad.

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