Lara llevaba años sufriendo, siendo tan solo una niña sus
padres la habían vendido a aquel monstruo a cambio de dinero para comprar
tierras. Desde aquel día dejó de creer en la familia, era tan pequeña
que aún no comprendía qué estaban haciendo con ella. El día de la boda con su
propietario, todos habían sido muy amables y él a pesar de ser dos décadas
mayor la trataba bien. Pero al llegar a casa vio la realidad de lo que ocurría,
él la obligaba a hacer cosas que no le gustaban. Desde el primer día tenía que dormir
desnuda y ella no quería, se sentía que estaba haciendo algo horrible, pero le obedeció
porque su madre le había dicho que debía obedecer o él la castigaría. Los primeros
días aún así no le parecieron tan malos, hasta que comenzó a visitarla por la
noche, él le acariciaba la mejilla mientras le susurraba que esperaría un poco más
antes de hacerla suya; aunque él la había comprado y ya era suya, sabía que
detrás de aquellas palabras había mucho más.
El verdadero horror empezó el día en que se cambió al dormitorio
principal. Allí solo había una cama y él no dudó en usarla por la fuerza para
satisfacer sus deseos, aquella noche pensó que iba a morir desangrada y de
dolor. Pero eso no ocurrió, porque aquella noche se repitió cada noche desde
que podía recordar. Durante el día parecía otra persona y la dejaba hacer en
casa lo que quisiese, pero durante la noche, no importaba nada que ella no
quisiera estar allí, era de su propiedad y ya le había dejado claro, para qué
la había comprado.
Con el tiempo creció, aunque parecía débil por fuera por
dentro era toda una superviviente que no dejaba de luchar buscando una maldita
salida. En más de una ocasión había pensado acabar con su vida, pero sabía que
si conseguía huir tendría una oportunidad para escapar del horror y vivir la
vida que aquel monstruo le había arrebatado. Una vez había estado a punto de
encontrar una forma de huir, pero detuvo el plan porque él había traído otra
niña a casa. No estaba dispuesta a permitir que aquella niña tuviera que pasar
por lo mismo que ella, así que con todas sus fuerzas hizo lo posible por recibir
el daño y que el desgraciado no tocase a la niña. Si al final huía debía
llevársela con ella, porque no podía dejar que aquellos ojos inocentes dejasen
de serlo.
En la pequeña biblioteca de la casa encontró un libro de
plantas medicinales, en un principio lo leyó por aburrimiento, pero pronto se
dio cuenta de que había muchas venenosas e incluso algunas mortales. Empezó a
dedicar su tiempo libre a examinar el libro a fondo, hasta que se le ocurrió
como preparar un potente veneno. No era tonta, así que primero lo probaría en
uno de los perros de la casa y si funcionaba habría una posibilidad. Durante
una semana recogió todas las hierbas que necesitaba, las maceró en un bote de
cristal en el fondo del armario y cuando creyó que ya estaban listas, se las
dio al chucho sarnoso que estaba atado al otro lado del patio. El perro por la
mañana aún estaba vivo, pero menos activo que de costumbre, así que decidió
repetir dándole la dosis; con los días el perro se fue apagando hasta que murió.
Lara preparó otro frasco con veneno y empezó a dárselo
a su amo, el primer día no notó nada en él, así que por costumbre en su comida
siempre echaba un chorro de aquel líquido, con la esperanza de que surtiese
efecto. Él apenas se notaba cansado, así que ella empezó a desmoralizarse,
perdiendo las fuerzas a la par que la esperanza. Una mañana se despertó con lo
que parecía fiebre, pero la niña enseguida le trajo algo de beber para
ayudarla. Cuando se terminó todo el contenido de la taza, fue consciente de que
él estaba junto a la puerta tan vivo como siempre y con una sonrisa maliciosa
en la cara. Entonces alzó el brazo mostrándole el frasco que contenía su veneno,
vacío. No podía creer que él se hubiese dado cuenta, había sido cuidadosa; la
niña le dijo - Lo siento- y entonces supo que en su inocencia la había
delatado, lo que no sabía esa niña es que lo pagaría bien caro. Pero Lara ya no
podía hacer nada, porque la luz de la habitación se estaba difuminando para dar
paso a la oscuridad.
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