2 de julio de 2018

Tan solo quiero dormir

Despierto en mitad de la noche, temblando de frío; en algún momento la calefacción ha debido apagarse y la casa está congelada. Me levanto de la cama, para ir a ver la caldera, pero no hay luz, seguramente han sido los plomos. Odio caminar por la casa en medio de la oscuridad, pero no me queda más remedio; cojo la lámpara de pilas de la mesilla y voy hasta la entrada, para ver el cuadro de luces. La casa está demasiado silenciosa, pero noto que algo no está bien, parece como si hubiera alguien aquí conmigo.
Por si acaso cojo el jarrón del pasillo, sé que no hace mucho, pero menos es nada y me hace sentir un poco más segura. Al llegar a la entrada, compruebo que todo está en orden, no hay ninguna clavija bajada, así que me asomo a la ventana. Las farolas de la calle están encendidas, en las casas de algún vecino se ve luz, esto no es normal y me empiezo a preocupar bastante. Dejo la ventana y me giro para coger el teléfono y llamar a la compañía eléctrica, algo me impide avanzar, pero ante mí no parece haber nada. Me agacho con la lámpara, el jarrón se cae de la mano estrellándose contra el suelo y grito, mientras las lágrimas empiezan a salir sin control ¡Otra vez no! Ante mí veo tu cadáver, tu mirada ausente clavada en mis ojos como el día en que te encontré en el suelo. Sé que es un espejismo, pero aún así parece tan real, cada vez que la imagen se presenta ante mí, revivo aquel horror, que me arrastra hasta las profundidades del abismo de nuevo. Ese del que no consigo salir, por más que lo intento.
Estoy tan cansada amor, harta de luchar durante años contra esos recuerdos; intentado sacar a flote los buenos momentos que tuvimos juntos. Pero pesa tanto el horror de aquel día, en el que te quitaron la vida, que no puedo vivir. Los días apenas pasan ante mis ojos, las horas son eternas y las noches llenas de insomnio, con pesadillas que hacen mella en mí una y otra vez. Ni siquiera soy capaz de volver a ver nuestras fotos, por eso he tenido que quitarlas, porque al final solo veía tus ojos sin vida. La mayoría de los días pienso que estoy muerta, que soy un fantasma deambulando por los días, sin ningún fin. No he vuelto a trabajar y las pastillas son mi comida diaria, a veces siento que hasta la sangre se escapa de mis venas, tan solo deseo reunirme contigo en el otro lado.
Me levanto del suelo dirigiéndome hasta la cocina, giro la rueda del gas, pero no enciendo en fuego, me voy al salón a sentarme en el sofá, mientras me arropo con la manta que me regalaste. Es tan calentita, sabías que me encantaba arroparme con ella en los días de lluvia; hoy no llueve pero mi alma está anegada y a punto de ahogarse. Así que me arropo mientras pienso en ti, ya noto el aire cargado con el olor a gas, pero no me importa, respiro tranquila, incluso cojo aire con ganas; porque sé que cuando me duerma ya estaré contigo.

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