26 de julio de 2018

Su sonrisa.

Hoy he salido a dar un paseo antes de dormir como solíamos hacer, veo las estrellas y me imagino que la que más brilla eres tú, observando cómo caigo derrotado día tras día sin ti. Porque abuela, desde que ya no estás todo se ha vuelto al revés, lo que estaba bien ahora está mal y lo que antes estaba mal ahora me parece lo correcto. Es tan duro caminar descalzo sobre el cemento, que mis pies están en carne viva y no puedo ponerme ni los zapatos.
Las noches están llenas de pesadillas que me atormentan. Aquellos días llenos de monstruos regresan cada maldita noche y no puedo hacer nada por evitarlo, tan solo tú voz era capaz de calmarme para volver a dormir. En el orfanato todos me hacen la vida imposible, no entiendo por qué en lugar de apoyarse unos a otros, luchan entre sí como si esto fuera una maldita guerra, como si todos los que estamos ahí dentro no hubiéramos perdido ya bastante en nuestras vidas.
Te juro que he intentado pensar que puedo salir de aquí, que en cuanto crezca seré un hombre fuerte, pero no puedo; sobre todo cuando la veo a ella. La niña de la mirada triste, nunca sonríe, sus ojos parecen estar sumidos en una tormenta, pienso en salvarla una y otra vez, porque si la salvo a ella sé que podré salvarme a mí mismo; pero parece imposible. Si el mundo está lleno de niños como nosotros, no puede ser un mundo feliz ¿Por qué los que están bien no hacen nada por ayudarnos, abuela? ¿Por qué nos tienen en el olvido? Sabes, me he dado cuenta de que todos prefieren mirar hacia otro lado cuando pasan por nuestra acera, o se limitan a bajar la cabeza y continuar con su vida. Los peores, son aquellos que se  lamentan por nosotros, suspiran y luego siguen adelante sin más. Estarán tristes unos minutos, pero pronto se les olvidará.

Tengo que regresar adentro, porque es tarde y los mayores se enfadan si no estamos en la cama a nuestra hora, somos muchos, les damos mucho trabajo, no sé cómo pueden estar pendientes de todo, siendo tan pocos. Hacen lo que pueden, pero darnos un techo y de comer ya es un mundo para ellos.
 Me detengo en los peldaños de la entrada, porque alguien me está bloqueando el paso, levanto la cabeza y veo a la niña de ojos tristes, me mira fijamente pero hay algo diferente en ella. Baja el siguiente escalón y alarga la mano. Noto algo atravesando mi costado y un dolor agudo, al mirar veo que es una navaja ¿Por qué me ha clavado una maldita navaja? La miro intentando averiguar el motivo y la niña me sonríe, no es la sonrisa que me imaginé, esa sonrisa es de otro mundo, uno muy cruel. Ahora me doy cuenta abuela, que debí pensar en salvarme a mí mismo antes. Las rodillas me ceden, pero no me importa el dolor, miro al cielo y pienso en ti; quiero verte y sé que vas a venir a buscarme para llevarme contigo. Ahora estaremos juntos para siempre, abuela.

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