23 de agosto de 2017

Oscuridad

Después de varias semanas viviendo encerrada en la oscuridad de esa habitación mohosa; soportando  intenso dolor al verte abrir mis llagas para hacerlas sangrar repetidas veces, mostrando tu alma de monstruo.
 Abriste la puerta plena  luz, tus ojos grisáceos me miraron con una leve sonrisa y mi corazón pegó un salto al ver de nuevo tu lado bondadoso, abriendo paso a la esperanza a través de cada poro de piel. Suplicando porque la oscuridad se fuese de una vez por todas, para que pudieras redimir tu alma, porque yo ya te había redimido en ese mismo instante en que nuestros ojos se conectaron.

 Me llevaste de la mano hasta el acantilado, y me abrazaste por detrás como siempre hacías cuando me sentía vulnerable; acercaste tus labios y me susurraste al oído "disfruta de tu última puesta de sol..." esas palabras me hicieron estremecer entera, en ese instante mi cabeza  le dio un gran puñetazo a mi corazón. Comprendí que había perdido mi batalla por recuperar tu ser, pero sin embargo no tuve miedo, ahora el dolor se acabaría para siempre y al fin me liberaría.
Me diste la vuelta, y vi tus ojos como dos nubarrones antes de la tormenta, lágrimas afloraban y  se deslizaban a través de mi rostro sin ningún ruido. No protesté cuando intentaste secarlas  e intentaste darme un beso, que por instinto rechacé, lo que te enfureció y me arrastraste de nuevo al interior de esa horrible casa, mientras veía esconderse el sol.

El horror se cernió de nuevo lentamente sobre mi, al verte con toda la calma del mundo como examinabas  esa mesa llena de artilugios creados para torturar. Intenté no gritar cuando incidiste de nuevo en las llagas todavía frescas por la última tortura, recordándome una por una todas las que tenía; con cada grito de dolor, mi cabeza tomaba el control de mi cuerpo y me ordenaba que hiciera algo para alejarte, pero mi cuerpo demasiado cansado, no respondía.
Cuando ya perdí la noción de los cortes infringidos, dejé  mi cuerpo caer totalmente inerte; pero para ti no era suficiente y me obligaste a ver como te ponías ese guante con forma de garra que solo tenía un único propósito.
Agarraste mi cabello sin ninguna piedad, hasta colocarme de rodillas frente a ti,  levantaste el brazo, el tiempo se detuvo a mi alrededor, e imágenes de cuando te conocí aparecieron en mi mente; esos hermosos ojos grises que me encontré por primera vez aquella mañana lluviosa, cuando me ayudaste a levantarme después de un resbalón, cada gesto bondadoso que me dedicaste durante todo un año pasó delante de mis ojos.
El tiempo regresó y vi como hundías  con rabia esa garra en mi pecho, tu cara se inundaba de felicidad mientras la mía se apagaba; y aunque creía que era imposible, tú fuiste mi última imagen con mi corazón en tu mano.