9 de septiembre de 2017

Escamas

El motor de mi coche se paró y comenzó a salir humo. Salí a observar el desastre, que sabía no podría arreglar, con el móvil en la mano para llamar a la grúa. No cogía cobertura, caminé un rato dando vueltas con él en alto; pero no captaba ninguna señal, ni siquiera la de emergencias.
Entonces fui consciente de que estaba cayendo la noche y estaba en una carretera secundaria, en medio del bosque. Mierda, que mala suerte la mía, encima no recordaba a cuantos kilómetros estaba el pueblo más cercano.
Cogí mi mochila con mis trastos, decidida a encontrar cobertura como fuera, quizás si subía un poco sobre los árboles, pudiese hacer la llamada que tanto necesitaba.

Empecé a ascender un sendero que había descubierto un poco más adelante en la carretera, me costaba bastante ver con la oscuridad  a través de los árboles. Pero finalmente alcance una pequeña cima, la cual estaba despejada de árboles, y afortunadamente había cobertura, con lo que pude llamar a la grúa.
Más aliviada inicié el descenso. El ruido de una rama rompiéndose me sobresaltó, mis pies se engancharon en una raíz y caí de bruces, llevándose la maleza gran parte de la piel de mis brazos y cara. Maldiciendo mi torpeza, levanté la cabeza, entonces vi unos aterradores ojos amarillos acechándome, a menos de un metro de distancia. Quería gritar, pero mi terror me lo impidió.
Lo que parecía una mano enorme, se posó sobre mi espalda, yo me quedé totalmente inmóvil, y esa cosa empezó a arrastrarme por el sendero. Mi cabeza reaccionó y empecé a gritar e intentar soltarme de su agarre, hasta que algo me golpeó la frente con fuerza y perdí el conocimiento.

Desperté medio aturdida en una especie de cueva, con un pequeño fuego chisporroteando delante mía. No recordaba como había llegado ahí, hasta que giré mi visión a la derecha y vi esos ojos amarillos de nuevo. Por instinto me hice una bola, pero al ver que pasaban los minutos y no se movía, me atreví a mirarlo de nuevo. No creía lo que tenía delante, una figura aparentemente humana, cubierta de una especie de escamas negras por todo el cuerpo, y cara reptiliana, en la que destacaba su mirada casi fluorescente.
De pronto dejé de tener miedo, para sustituirlo por curiosidad. Aunque dicen que la curiosidad mató al gato. Esa cosa debió de notar mi cambio, porque se acercó  y se puso de cuclillas frente a mí. Me levantó la barbilla con la mano, su tacto me produjo escalofríos, pero no me aparté, acercó su boca a mi lado y me susurró al oído "no soy lo que crees, soy humano, yo me he creado esta apariencia, porque me gusta dar caza a mis presas, mientras tienen mi cara en su mente, así que ¡corre princesa! " Tardé un segundo en reaccionar y empezar a correr, al principio no se movió, pero pronto noté la presencia de alguien corriendo detrás mía, yo no conocía el camino por el que iba tropezandome constantemente, y me iba desanimado.
Cuando ya creía que no lo conseguiría, vi las luces de la grúa en la carretera y corrí con todas mis fuerzas. Estaba a diez metros de alcanzar la salida a la carretera,  me tropecé con una piedra y me caí; algo aplastó mi cuerpo contra el suelo, tapándome la boca para evitar que gritase. Agarró mi pelo para echarme la cabeza atrás, y entonces oí su risa macabra, mientras me levantaba como si fuera una pluma y me llevaba de vuelta al interior del bosque. Cuando no podía ver nada por la espesa oscuridad en el bosque,  esa maldita voz apareció de nuevo " despídete del mundo, ahora eres para mí", supe entonces, que él tenía razón. Me había cazado.