2 de febrero de 2020

Salir de aquí


Paso el pincel un par de veces por la superficie para conseguir toda la capa de polvo que hay sobre la caja que hemos encontrado. Todavía no sé de qué siglo es pero calculo que debe tener al menos un par, porque la madera de la que está hecha parece conservarse en perfecto estado. Me sorprenden sus dimensiones, ya que cabe perfectamente en la palma de mi mano y es poco habitual conseguir objetos tan pequeños durante las excavaciones.
Después de eliminar la mayor parte de la suciedad, la observo con detenimiento; hay algo que no se siente bien, los grabados no tienen ningún patrón de los que he estudiado. Me fijo en el tipo de tallado y no parece ser manual, pero si es de la época que creo, no habrían sido tan perfectos… El instinto me dice que esto no es lo que parece, que tal vez ni siquiera llegue a tener un par de décadas… Pero el suelo de la zona estaba demasiado compactado para eso…
Decido dejar las dudas para el laboratorio y me centro en buscar un patrón para seguir excavando, siento que estamos dando palos de ciego y que aquí hay algo más que se nos escapa. Tomo varias muestras del terreno para determinar si hay zonas más blandas y verificar si ha habido alteraciones a posteriori.
¡Bingo! Mi instinto no me engañaba, aunque nos han asegurado que nadie ha excavado aquí antes, el terreno parece indicar lo contrario. Una vez más me dejo guiar por el instinto e indico a los chicos que se desplacen unos 20 metros a la izquierda.
Tras cinco horas de duro trabajo, la pequeña excavadora se topa con algo, así que para y nos ponemos a trabajar con las herramientas manuales. Descubrimos lo que parece ser una trampilla de madera, la abrimos y unas escaleras aparecen ante nosotros, no se ve el fondo ni al asomarme con la linterna. No sabemos si serán lo suficiente seguras para bajar por ellas así que me coloco el arnés de seguridad antes de empezar el descenso.
Estoy emocionada, porque aunque parece más moderno un hallazgo siempre es una oportunidad para descubrir cosas impresionantes. Según desciendo voy informando por el intercomunicador del tipo de terreno que observo en las paredes de tierra. Llego a una especie de rellano y tomo aliento antes de seguir bajando, el aire parece cada vez más denso y no me he bajado el equipo de respiración.
Retomo el camino y uno de los escalones cede con mi peso, pego un grito por el pequeño susto, pero he podido sujetarme a tiempo. Desde arriba me preguntan si estoy bien, se lo confirmo y me indican que ya he bajado 30 metros. Es mucho, pero aun así les indico que voy a continuar. Quiero seguir anotando todos los datos que podamos recoger para mañana avanzar todo lo que nos sea posible.
Me fijo de nuevo en el terreno y algo llama mi atención, parece de roca compacta, pero lo que me impresiona es que hay grutas que desembocan directamente en estas escaleras y parecen muy limpias, incluso juraría que el aire se ha vuelto menos pesado. Lo notifico por el intercomunicador, pero no se oye muy bien, la distancia está pasando factura a la comunicación.
De repente mis pies se encuentran con algo duro y muy estable, apunto con la linterna, y veo que he tocado suelo. Enfoco las paredes y jadeo. Ante mí hay una sala inmensa llena de estanterías, pero están limpias, eso no puede ser… Noto algo sobre mi hombro y al enfocar el suelo veo un trozo de la cuerda del arnés cortada. Mierda, eso no es bueno, ahora tendré que subir con mucho cuidado. Tengo que salir de aquí.
Empiezo a subir pero escucho un ruido de la parte alta de la pared y al enfocar, me parece ver una sombra asomando desde una de las grutas laterales… Algo roza mi brazo, me giro y no veo nada. Creo que me estoy volviendo paranoica, intento mantener la calma y respirar tranquilamente, pero de pronto algo negro se para frente a mí… No es algo, es alguien, lo sé, lo presiento… Subo la linterna, lo veo con una caja idéntica a la que hemos encontrado arriba. Me toca el rostro, dejo de respirar, no sé si es alguien o es algo, pero sé que no me dejará salir de aquí…