Paso el
pincel un par de veces por la superficie para conseguir toda la capa de polvo
que hay sobre la caja que hemos encontrado. Todavía no sé de qué siglo es pero calculo
que debe tener al menos un par, porque la madera de la que está hecha
parece conservarse en perfecto estado. Me sorprenden sus dimensiones, ya que
cabe perfectamente en la palma de mi mano y es poco habitual conseguir objetos
tan pequeños durante las excavaciones.
Después de
eliminar la mayor parte de la suciedad, la observo con detenimiento; hay algo
que no se siente bien, los grabados no tienen ningún patrón de los que he
estudiado. Me fijo en el tipo de tallado y no parece ser manual, pero si es de
la época que creo, no habrían sido tan perfectos… El instinto me dice que esto
no es lo que parece, que tal vez ni siquiera llegue a tener un par de décadas…
Pero el suelo de la zona estaba demasiado compactado para eso…
Decido dejar
las dudas para el laboratorio y me centro en buscar un patrón para seguir
excavando, siento que estamos dando palos de ciego y que aquí hay algo más que
se nos escapa. Tomo varias muestras del terreno para determinar si hay zonas
más blandas y verificar si ha habido alteraciones a posteriori.
¡Bingo! Mi
instinto no me engañaba, aunque nos han asegurado que nadie ha excavado aquí antes,
el terreno parece indicar lo contrario. Una vez más me dejo guiar por el instinto
e indico a los chicos que se desplacen unos 20 metros a la izquierda.
Tras cinco
horas de duro trabajo, la pequeña excavadora se topa con algo, así que para y
nos ponemos a trabajar con las herramientas manuales. Descubrimos lo que parece
ser una trampilla de madera, la abrimos y unas escaleras aparecen ante
nosotros, no se ve el fondo ni al asomarme con la linterna. No sabemos si serán
lo suficiente seguras para bajar por ellas así que me coloco el arnés de
seguridad antes de empezar el descenso.
Estoy emocionada,
porque aunque parece más moderno un hallazgo siempre es una oportunidad para
descubrir cosas impresionantes. Según desciendo voy informando por el
intercomunicador del tipo de terreno que observo en las paredes de tierra.
Llego a una especie de rellano y tomo aliento antes de seguir bajando, el aire
parece cada vez más denso y no me he bajado el equipo de respiración.
Retomo el
camino y uno de los escalones cede con mi peso, pego un grito por el pequeño
susto, pero he podido sujetarme a tiempo. Desde arriba me preguntan si estoy
bien, se lo confirmo y me indican que ya he bajado 30 metros. Es mucho, pero aun
así les indico que voy a continuar. Quiero seguir anotando todos los datos que
podamos recoger para mañana avanzar todo lo que nos sea posible.
Me fijo de
nuevo en el terreno y algo llama mi atención, parece de roca
compacta, pero lo que me impresiona es que hay grutas que desembocan
directamente en estas escaleras y parecen muy limpias, incluso juraría que el
aire se ha vuelto menos pesado. Lo notifico por el intercomunicador, pero no se
oye muy bien, la distancia está pasando factura a la comunicación.
De repente
mis pies se encuentran con algo duro y muy estable, apunto con la linterna, y
veo que he tocado suelo. Enfoco las paredes y jadeo. Ante mí hay una sala
inmensa llena de estanterías, pero están limpias, eso no puede ser… Noto algo
sobre mi hombro y al enfocar el suelo veo un trozo de la cuerda del arnés
cortada. Mierda, eso no es bueno, ahora tendré que subir con mucho cuidado. Tengo que salir de aquí.
Empiezo a subir pero escucho un
ruido de la parte alta de la pared y al enfocar, me parece ver una sombra
asomando desde una de las grutas laterales… Algo roza mi brazo, me giro y no
veo nada. Creo que me estoy volviendo paranoica, intento mantener la calma y
respirar tranquilamente, pero de pronto algo negro se para frente a mí… No es
algo, es alguien, lo sé, lo presiento… Subo la linterna, lo veo con una caja idéntica a la que hemos encontrado arriba. Me toca el rostro, dejo
de respirar, no sé si es alguien o es algo, pero sé que no me dejará salir de aquí…