25 de noviembre de 2015

Mi paraguas azul

El aire sopla fuerte hoy, la lluvia está golpeando contra la ventana de mi dormitorio; soy incapaz de seguir durmiendo y aún son las siete de la mañana. Es mi día libre, pero no tengo nada planeado, ni se me  ocurre nada para hacer hoy. Me doy una larga ducha y me preparo  un café caliente mientras escucho la radio. Después de unos minutos, decido salir, así que me pongo mis botas de agua, mi gabardina, cojo mi paraguas azul y salgo  a pasear bajo la lluvia.
Voy observando con atención todo a mi alrededor; adoro hacer eso porque estoy viendo una película desde primera plana. La gente ni se percata de que estoy observando, porque a esas horas van siguiendo su rutina, su meta es llegar al trabajo o llevar a los niños al colegio. Observo detalles inolvidables de algunos padres a sus hijos , así poco a poco se va movilizando la calle y la ciudad cobra vida.
Pierdo la noción del tiempo, vagando por las calles, olvidándome por completo del reloj y del móvil; solo estoy yo, con mi paraguas azul, disfrutando de este día de lluvia en la ciudad. Adoro el movimiento de las hojas al caer de los árboles, cada charco que tengo que saltar, como cuando era niña, estoy inundada por la belleza de lo que  merodea.
El cielo empieza  a oscurecerse, y se levanta una fuerte tormenta eléctrica; desde pequeña me dan pánico los rayos y odio es ruido de los truenos. Así que me pongo nerviosa, estoy desorientada, porque no sé en que parte de la ciudad me encuentro.  Recuerdo que vi una boca de metro cerca, cojo la calle que creo que llevará hasta ella,  y corro cuando veo el cartel de 300 metros. Un ráfaga de viento se lleva mi paraguas azul y me paro en medio de la calle hipnotizada por su vuelo.
Es en ese justo momento, que un fuerte ruido de unas ruedas derrapando me sobresalta, y veo un bulto de color negro que viene hacia mi; me quedo completamente sin aire y todo mi visión se detiene por completo. Eso incluye al coche negro parado a un centímetro de mis piernas, mi cerebro no es capaz de reaccionar a lo que acaba de suceder, soy incapaz de poder respirar y me empieza a faltar el oxígeno, mis pies parecen estar anclados al suelo... Una puerta se abre y alguien empieza a zarandearme, es entonces cuando los sonidos a mi alrededor regresan. Levanto la vista, y esos intensos y preocupados ojos me están mirando directamente. Entonces se vuelven fríos, y lejanos, una mano enguantada se cierne sobre mi boca, y  soy arrastrada al interior del coche; reconozco la silueta de un arma en la otra mano del hombre que me arrastra. Un segundo antes de que la puerta del coche se cierre conmigo dentro, observo con lágrimas en los ojos como lo que queda de  mi paraguas azul se va rodando.