Me desperté con el
sonido de un goteo constante, abrí los ojos en medio de la oscuridad, intentando averiguar de dónde provenía. Un
resquicio de luz asomaba desde la puerta entreabierta del baño. Eran las 3 de
la madrugada, me sorprendió un poco, porque Marcos esa noche estaba de viaje por trabajo y juraría que cuando me fui a acostar había dejado todas las luces apagadas.
Sentía que algo no iba bien, así que me levanté para cerrar el grifo y apagar
la luz, deseando que pudiese volver a dormirme después de eso.
Mis pies descalzos pisaron el suelo húmedo del baño y por
acto reflejo los miré, me quedé sorprendida al ver que el agua del suelo estaba
un poco turbia. La cortina de la bañera estaba totalmente echada, mi instinto
me advertía que no la abriese, pero mi razón me obligaba a que dejase de pensar
paranoias. Así que cogí aire y de un tirón la abrí. Vi todo rojo, había sangre
salpicada en los azulejos y en el suelo de la bañera, todo empezó a darme
vueltas; aunque la bañera estaba vacía. En parte eso me relajó, pero tenía que
haber una explicación para tanta sangre. Con cuidado salí del baño, dispuesta a
explorar el resto de la casa. Estaba muerta de miedo, así que cogí la lámpara
de hierro macizo que Marcos me había
regalado; algo me decía que no estaba sola a pesar del silencio absoluto.
Recorrí la casa, temerosa en cada uno de los giros que hacía,
mirando cada una de las estancias. No encontré nada raro, las puertas
estaban cerradas y las ventanas también; solo me quedaba por mirar el armario
de la habitación. Con cuidado abrí la puerta corredera, todo estaba como
siempre, allí no había nada. Regresé al baño para limpiar la
sangre, pensando que tal vez fuese una siniestra pesadilla; pero para mi horror la sangre seguía estando allí.
La ansiedad empezaba a consumirme por dentro, así que fui
corriendo a la habitación a buscar el móvil para llamar a Marcos, necesitaba
hacer algo, buscar una explicación, no podía dormirme sin saber qué narices
estaba pasando. Al coger el móvil, miré mis manos con atención, algo no encajaba; fue entonces cuando me di cuenta de que mis uñas tenían sangre seca por
debajo. Nerviosa empecé a levantarme la
camiseta, buscando cualquier indicio de heridas. Descubrí rastros de sangre por mi piel, pero yo no tenía heridas, estaba intacta; sin embargo la sangre era
demasiada para un simple rasguño o corte. Me hice un ovillo en una esquina de
la cama, temblando, no sabía cómo era posible, pero la sangre en mi cuerpo y en
la bañera, demostraba que algo había ocurrido. No saber el qué, me estaba
martirizando por dentro ¿Era posible hacer algo dormida, sin darte cuenta?
Sabía que de pequeña había sido sonámbula, pero los episodios habían cesado
hacía años ¡No, no podía ser! Llamé a Marcos pero después de cinco tonos, saltó
el buzón de voz, era muy raro que no contestase a esas horas; siempre que lo
necesitaba ahí estaba para mí.
Después de lo que parecieron horas a Clara le llegó un mensaje desde
el móvil de Marcos, eran fotos. Se quedó totalmente helada al ver su cuerpo
tendido en el suelo con un charco de
sangre alrededor y una herida abierta en el pecho. Un alarido de dolor salió de su garganta,
temblando pasó a la foto siguiente, se vio a ella misma con un cuchillo en la
mano mirando directamente el cuerpo de Marcos. De la impresión de verse ahí con el cuchillo,
el móvil se le escurrió de las manos estrellándose contra el suelo y haciéndose añicos
¡Ella no podía haber hecho eso! Era imposible. Corrió al baño desesperada,
agonizando de dolor, de rabia por no tener una explicación y horrorizada, por
saber que ella había acabado con la vida de la persona que más le importaba en
el mundo. Buscó en los cajones del baño la cuchilla de afeitar de Marcos y sin
pensárselo dos veces se rajó las muñecas dejándose caer lentamente al suelo; no quería
vivir sabiendo lo que había hecho.
Al día siguiente la puerta de la casa se abrió, el nombre de Clara retumbó
por toda la casa, pero ella ya no podía oír, su corazón había dejado de latir
hacía horas. Pasos preocupados iban por la casa de un lado a otro, hasta que en
el baño se pararon en seco. Marcos cayó sobre sus rodillas al lado del frío
cuerpo de Clara, rodeado por un charco de sangre. Al final había pasado, el médico les advirtió que las
alucinaciones irían en aumento con el tratamiento, pero jamás imaginó que
pudiesen con ella.
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