6 de julio de 2018

Mi viejo oso

La habitación está oscura, afuera hay mucho viento y las ramas de los árboles proyectan sombras en mi ventana. Ya llevamos unos años en esta casa, pero todavía no me acostumbro a dormir en esta habitación además, extraño mi viejo oso. Por eso me rodeo de peluches y me tapo todo lo que puedo con el edredón, hasta cubrir mi cabeza.
Hoy los niños en el colegio me han vuelto a llamar la nueva,  aunque llevamos siendo compañeros unos cuantos cursos; siempre soy la nueva para ellos. No entiendo qué pasa, pero no es como en el otro colegio, allí mis amigos me sonreían de verdad y era una más. Aquí parezco una intrusa en clase y también en el patio, siempre se fijan en lo que hago y si sé hacer algo que ellos no, se molestan mucho. Odio regresar a casa con ellos, porque me molestan todo el rato, me pellizcan y me dan pataditas en los zapatos para que me tropiece, prefiero volver caminando sola y así disfruto del paseo.
No quiero salir a jugar, prefiero estar en mi habitación con mis cosas, jugando a cualquier cosa que se me ocurra en el momento. Cuando juego con ellos, sé que quieren reírse de mí, me ponen trampas o me dicen que vamos a hacer algo y luego ellos se rajan, para que sea yo la que queda en ridículo. Todavía no entiendo sus razones,  aunque no me enfado, pero sí que me pongo triste, porque me encanta jugar y reírme de verdad, con esas carcajadas que te hacen doler el estómago, pero te llenan de felicidad.
Según crezco, noto más esos desplantes, las malas intenciones que tienen. Cada día que pasa sigo odiando mi habitación nueva, porque ella también sigue siendo nueva. No sé que hacer, pero odio ir al colegio, me gustaría poder despertarme mañana en nuestra casa de antes, tener a mis amigos de nuevo, poder ser yo otra vez y tener de nuevo mi viejo oso de peluche.

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