Camino disfrutando del suelo bajo mis pies, estoy aquí otra
vez. El aire se siente más puro, igual que cuando era pequeña, el sonido del
agua del río me transmite paz y calma. Esas nubes esparcidas por el cielo como
trozos de algodón, me recuerdan infinitas tardes de verano disfrutando del
tiempo libre. Cada vez que regreso una parte de mi alma se conecta con la
tierra, con los bosques; la magia que hay en el entorno se transmite a mis
células y puedo rememorar imágenes guardadas en un rincón lejano de mi mente.
No
puedo evitar coger una hoja de roble y girarla entre mis dedos, mientras el
sonido del viento mece cada una de las copas de este pequeño bosque. No sé
porqué pero en cualquier otro lugar los “carballos” no son lo mismo, aquí las
leyendas lo envuelven todo, m envuelven a mí.
Sigo el sendero que sube hasta el cementerio, quiero
visitarte de nuevo abuela. Dicen que los
cementerios no son bonitos, quizás porque en ellos están nuestros muertos, pero
he decir que el refugio de tus huesos es hermoso, porque estás mirando hacia el
valle, rodeada de naturaleza como siempre viviste. Cada vez que vengo, miro alrededor y respiro
para llenar mis pulmones con el mismo aire que te envuelve.
Tu sonrisa para mí
será infinita, la llevaré conmigo a
donde vaya, junto con todos los momentos que me regalaste a tu lado. Me hubiese
gustado que fueses eterna, pero la muerte nos lleva a todos antes o después;
espero volver a verte algún día lejano, para que me abraces de nuevo como
cuando era niña.
Ahora el sol está en lo alto del cielo y sus rayos iluminan
el paisaje precioso. Miro hacia abajo y dos caras sonrientes me están mirando,
son hermosas y están llenas de vida, son nuestra luz; por eso les llenamos de
abrazos cada día.
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