2 de agosto de 2018

Sucumbiendo a la inquietud


El desasosiego me corroe por dentro a pesar de estar en el sofá. Lo he intentado durante días pero la inquietud es demasiada, sé que te prometí que no volvería a hacerlo, por eso estoy aquí aguantando cómo puedo; créeme amor cuando te digo que estoy poniendo todo de mi parte. Las últimas horas han sido las peores, no puedo quitármelo de la cabeza, he recorrido la casa de arriba abajo mil veces, he salido al balcón a tomar el aire; pero nada funciona ya. El dolor está regresando más fuerte, duele demasiado y lo peor es la cabeza, parece que me va a estallar en cualquier momento.  La punzada es cada vez mayor y ya no sé qué hacer.
En realidad sí que lo sé, pero no puedo volver a ver esa mirada en tu rostro. Odio tus ojos llenos de decepción, mi alma no puede soportarlo otra vez más. Así que aquí estoy, aovillada en un rincón, intentando sobrevivir. Pero ya que somos sinceros, quiero que sepas que esta no soy yo, ya me siento derrotada, como si estuviera en mitad de una competición, sabiendo que el contrincante ya ha alcanzado los puntos necesarios para ganar. 

Yo soy la perdedora, pero me cansé ya de estar así. Me levanto decidida a olvidar el dolor, sin temor, sin duda. Cojo el abrigo, salgo a la calle y aunque no tengo casi fuerzas corro en tu dirección. Llego a tu casa sin aliento, no estás, pero no importa, sé dónde guardas la llave de repuesto y abro sin dudar. Voy directa a tu cuarto y rebusco en los cajones, estoy segura de que has tenido que guardarla por aquí. Busco un rato, hasta que veo la cazadora que llevabas el otro día y miro en el bolsillo  ¡Lo sabía! 
Sentada en tu sofá noto como el dolor comienza a disminuir, poco a poco mi respiración se vuelve más tranquila. Observo la luz que entra por la ventana con calma, disfrutando el efecto de cada rayo sobre tus cosas, es tan hermosa; sobre todo cuando se refleja en el cristal creando un halo especial que me recuerda al arco iris. Recuerdos de mi infancia, correteando por la verde pradera, mientras la lluvia comenzaba a caer y el sol aún brillaba en lo alto del cielo. Recuerdos que me llenan de euforia, que me sacan una sonrisa de esas que mi rostro echaba tanto de menos. Cuando el dolor se lo lleva todo, solo me quedan estos momentos y son tan hermosos, que no quiero renunciar a ellos.  Por lo que me permito perderme ahí, cada vez un poco más, hasta que la tranquilidad es tal, que la somnolencia empieza apoderarse de mí.
Apenas me doy cuenta de la pesadez de mis extremidades hasta que te veo en cuclillas junto a mí. No soy capaz de distinguir tus ojos porque una picazón extrema se apodera de los míos, provocando lágrimas e impidiendo que te vea nítido. Aunque juraría que te he oído gritar, pero no te mueves y mis oídos parecen estar embotados. De pronto todo parece ir más lento de lo normal, noto como tus manos cogen a las mías intentando sujetarme con fuerza.  A mí me parece que  me escurro entre tus dedos, aunque mis manos siguen estando entre las tuyas. Mi vida se está evaporando, lo sé porque no debí inhalar toda la heroína, pero era buena haciendo que el dolor desapareciese y me olvidé de todo, hasta de ti. Así que solo te pido una cosa antes de que mis latidos se paren. Dile adiós  de mi parte a todo lo que me pierdo.

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