4 de agosto de 2015

Caminos

Voy caminando como cada día a un paso tranquilo y relajado, pero cuando me doy cuenta, ante mi solo hay un enorme hoyo de lodo y fango que amenaza con tragarme. Con todas mis fuerzas tomo aire profundo e intento saltarlo de la mejor manera posible; pero está muy resbaladizo y me caigo en medio del charco. Salgo arrastrándome, usando mis uñas, y clavando mis zapatos hasta el fondo; cuando por fin lo logro, mis lágrimas comienzan a deslizarse a través de mis mejillas y tan solo dejo que fluyan sin más. Cuando ya no me quedan más lágrimas por derramar, sigo adelante hasta que veo una pequeña fuente donde puedo reponer mis fuerzas y quitarme parte de la suciedad. Y es en ese momento, cuando menos lo necesito, que nuevos caminos aparecen ante mi, no tengo ni idea de por cual seguir, así que me siento a esperar y dejar que mi cabeza o mi corazón me guíen. Al final tras mucho deliberar, consigo decantarme por uno y me adentro en él sin ningún miedo y camino por este con el mismo paso de siempre. Nunca sabré si ha sido el correcto, no me lamento por haber elegido ese y no otro; simplemente por esa elección estoy aquí, sino ahora mismo estaría en otra parte o en otro lugar; pero quizás entonces no seguiría siendo yo misma. Así que simplemente no me importan los caminos, sino lo que me llevo del viaje a través de  esas sendas; unas muy hermosas, otras no tanto, pero al final lo importante es que cada camino por el que he transitado es parte mi alma y de mi ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario