5 de marzo de 2015

Relato Breve: Tu mirada.

Un día nublado de octubre, Enma salió a la calle a primera hora de la mañana, cargada con su cazadora y paraguas porque presentía que iba a llover. Tras quince minutos de caminata en su trayecto habitual al trabajo, goterones empezaron a llenar el aire y a precipitarse sobre el asfalto de la ciudad. Suspirando, abrió su paraguas luchando contra el viento que acompaña esta lluvia otoñal; su paciencia se empezaba a crispar al intentar apartar el cabellos revueltos de su cara, pero sin lograrlo en absoluto. En una ráfaga su paraguas salió disparado, y ella fue a perseguirlo hasta que se estrelló contra un árbol. Con las pocas ganas que le quedaban de seguir este día se dispuso a coger el montón hierro y tela, cuando estiró su mano para alcanzarlo  encontró otra mano cálida. Levantó la cabeza y una mano más le apartó el cabello de los ojos, encontrándose de frente con unos enormes ojos oscuros, almendrados e intimidantes; en un primer momento un escalofrío le recorrió la espalda, pero no era capaz de apartar la mirada de esos ojos intensos. Un carraspeo le devolvió a la realidad de la calle, nerviosa retiró su mano de la del chico y le dio las gracias para seguir su camino desastroso al trabajo.
Durante la mañana en la oficina, su mente divagaba constantemente al chico que la hipnotizó con su mirada; ahora que lo pensaba bien era bastante atractivo, vestía informal con sudadera y vaqueros, pero le favorecían. De vuelta a casa deseaba encontrarse con esa mirada de nuevo, pero sabía que era inútil buscarla; no sabía nada de ese chico. Además parecía el típico que se creía la leche. Tras dos días teniéndolo en su cabeza, decidió que ya era hora de que se fuera a tomar vientos y se animó a salir con sus amigos de la universidad, solían quedar una vez cada tres meses, cenaban y hablaban de como les iban las cosas. Seguro que hablando con  Lucas, su mejor amigo, despejaría su mente.
Enma llegó tarde al restaurante porque estaba nerviosa y tardó más de lo habitual en aparcar el coche, entró directamente hacía la mesa que reservaban siempre; se le iluminó la cara al ver a Lucas y de espaldas a ella había un chico al que no conocía. Lucas asintió hacia ella, entonces el chico que no conocía se volteó y se quedó totalmente paralizada. Eran esos ojos de nuevo, grandes, oscuros e intimidadores. Exactamente como los recordaba, con los que había soñado durante los últimos días una y otra vez. Unas voces la devolvieron a la vida y se sentó junto a Lucas. La cena fue bastante bien, el chico nuevo se llamaba  Ismael, era amigo de Lucas de la infancia. Descubrió que tenían bastantes cosas en común, además durante toda la cena no dejaban de mirarse intensamente.
 Tras la cena, Ismael se ofreció a acompañarla  a su coche, en el trayecto andando iban charlando tranquilamente y sonriendose el uno al otro constantemente. De pronto unas sirenas insoportables les atacaban los oídos, tres pratuyas de policía venían en su dirección, los pitidos de coches les taladraban la cabeza. El chirrido de unas ruedas les sobresaltó en la calle, Ismael llamó a Enma  gritando, ella se giró para mirarle, pero lo único que vio fue el capó de un coche cerniéndose sobre ella y sintió un fuerte dolor en todo el cuerpo, era como si le clavasen un millón de agujas por todas partes. Su mente se oscureció por completo, una voz le llamaba a lo lejos, en un intento desesperado contra ese dolor abismal, abrió lentamente los párpados  y de nuevo vio esos ojos preciosos, que le acompañaron todo el tiempo esa noche, en un último aliento le dijo como pudo : Me llevo conmigo tu mirada. Con esas últimas y hermosas palabras para Ismael,  la vida de Enma se apagó en ese instante para siempre.

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