26 de julio de 2017

Esperanza

Mil imágenes están pasando por mi cabeza mientras lleno la bañera de agua , el dolor de estos años pasados me atormenta una y otra vez. Soy una cobarde lo sé, pero necesito una liberación, no tengo el valor suficiente para prepararme para esto; así que cojo el bote de pastillas y vacío unas cuantas en mi mano.
Unos fuertes golpes en mi puerta me sobresaltan, mierda, no esperaba a nadie; tiro las pastillas en el lavabo y me voy a ver quién está tras la puerta. Es mi hermano, y no puedo evitar sollozar, él me oye y me ruega entre lágrimas que le abra; me dejo vencer, porque soy una cobarde y le dejo entrar. Al verme me abraza, y promete que todo estará bien.
 Cuando entra al baño y ve lo que estaba a punto de hacer, se enfurece conmigo, es incapaz de mirarme a la cara. Ya es la segunda vez en dos meses que evita que me haga algo que deseo con todas mis fuerzas.
Suspira cansado, está harto de mi, yo lo sé; pero me sorprende llevándome a mi habitación,  cogiendo mi maleta, empieza a meter lo necesario para pasar unos días fuera de casa. Cerramos la puerta tras nosotros, se gira mirándome con determinación, me dice que esto se acabó para siempre. Y yo dejo que me ayude.
En las siguientes semanas se convierte en mi sombra, vamos a todas partes juntos. Sus amigos me miran con pena, porque saben lo que he intentado hacer. Todos menos Tristán, siempre con sus pulseras de cuero, y su mirada llena de tristeza, aunque a veces parece como si esa tristeza fuese toda suya y no por mi ; nunca me rehuye, y cuando busco apartarme un poco del grupo, siempre se queda quieto a mi lado, callado.
Esta noche durante la cena sin embargo, ha estado más pendiente que de costumbre y me transmite confianza, como si necesitase estar cerca suyo. Salgo fuera para fumar un cigarrillo, y despejarme de todos. Ahora que estoy más tranquila, mi hermano me permite estar sola, siempre y cuando esté al alcance de su vista.
Estoy en la terraza, cuando noto que la puerta se abre, veo a Tristán acercarse, se coloca a mi lado viendo la ciudad a nuestros pies, y cuando empiezo a sentirme incómoda porque no habla, me dice en apenas un susurro, que sabe lo que estoy sufriendo, pero que si le dejo me puede ayudar. Yo no sé que decirle,estoy sorprendida por ver que se preocupa tanto por mi, así que me limito a asentir. Él se gira, se coloca frente a mi,  y me sitúa delante, y le observo como una tonta,como se va deshaciendo de sus pulseras de cuero sin entender nada.
Cuando sus muñecas están desnudas las gira, y  dejo escapar un pequeño grito de dolor, porque allí tiene dos  gruesas cicatrices; estiro mi mano y las recorro con mi dedo índice, me estremezco al pensar en lo que le tiene que haber pasado para hacerse eso; y lo confirmo cuando regreso mi mirada a la suya; hora entiendo ese dolor que veía siempre en sus ojos. Nos quedamos mirándonos un buen rato, entendiendo el dolor del otro, compartiendo una oscura realidad que ha acechado nuestras vidas. Tristán me agarra de la mano como pidiéndome permiso para entrar conmigo, yo dudo, pero él me dice "luchemos juntos" y así sin más  la esperanza empieza a florecer en mi.

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