17 de marzo de 2020

Aire frío

El sonido de las olas del mar viniendo a morir sobre la arena de la playa, era una melodía que mantenía a mi mente en calma, mientras no pensaba en nada y disfrútaba de la sencillez que me rodeaba con codicia. Porque era un día perfecto de primavera en el que el calor solar calentaba mi piel y me reconfortaba.
De pronto una sombra se cernió sobre mí, alejando el calor y provando un sentimiento profundo de traición, al alejarme de mi momento de paz. Con enfado levantó la cabeza y me apoyo en los codos para observar quién ha osado interrumpir mi día, pero para mí sorpresa no hay nadie. Miro a uno y otro lado y no hay nadie, la playa está completamente vacía, igual que minutos atrás cuando estaba paseando sobre la arena.
Volví a tumbarme con ganas regresar a mi estado anterior, pero todo se había evaporado en un instante, llevándose el poder de la calma y trayéndome de vuelta a la realidad.
Decidí que era mejor caminar otro rato, así que empecé a sacudir la arena de mi ropa para emprender la marcha, hasta que un aire frío me rozó la nuca y me obligó a prestar atención. En la playa no había nadie, seguía vacía, pero aquello tenía que significar algo, algo que me recordaba el pasado. 
El sonido de un susurro lejano me llegó, un susurro que reconocí al instante, peor que no podía ser, era imposible. Ese susurro silencioso estaba lleno de codicia, de deseos de venganza por un traición pasada. El poder de la voz lejana de nuevo tiró de mis sentidos, y al girarme le vi, de pie sobre las rocas al final e la playa. Era él, me había encontrado, intentaría huir, pero había venido para cogerme. 

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