28 de marzo de 2020

Pedazos

Cierro la puerta con un golpe, mis pasos fuertes retumban contra el suelo, llevo conteniendo este malestar durante horas, pero no puedo más. Lanzo mi bolso sobre la mesa, que con la fuerza que lleva se cae por el otro lado, pero no me importa, es el empujón que necesitaba para coger todo lo que tengo a mi alcance y lanzarlo al suelo. Los cojines rebotan por toda la sala, el sonido de la cerámica rompiéndose retumba en mis oídos una y otra vez, pero no es suficiente para mí, porque odio cada pieza que encuentran mis manos, incluso esa foto en la que me sostienes entre tus brazos.
Me derrumbo sobre mis rodillas, dejando que las lágrimas que han estado ocultas durante el resto del día salgan a raudales. Un punto de dolor estalla desde el centro de mi pecho y se expande recorriendo cada una de mis venas, mi cuerpo quema y estoy incómoda hasta en mi propia piel.
Tu imagen viene a mi cabeza una y otra vez, verte exhalar tu último aliento ha sido lo peor a lo que me he enfrentado nunca, no merecías morir, incluso si ya no se podía hacer nada ante la maldita enfermedad, porque ahora jamás tendré ninguno de tus consejos, ninguno de tus abrazos, ahora no tendré tu consuelo, ni tu amor.
Me arrastro por el suelo porque no tengo fuerzas para levantarme, busco tu foto entre los pedazos rotos y al encontrarla, retiro el cristal rajado y saco el papel con nuestra imagen. Acaricio tu mejilla, ya tenías algunas arrugas mamá, pero me sostenías con una enorme sonrisa en tu cara, una sonrisa que ya no volveré a ver. No quiero despedirte, aún no, así que voy a mantenerte viva en el recuerdo y cada día estarás aquí para mí, aunque no te vea, porque tú siempre estarás en mi memoria y mi corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario