23 de marzo de 2020

Mi impulso

Cuando las primeras luces del día despuntan, me giro sobre mi costado y miro tus ojos con paz, sé que si no he tenido pesadillas es porque gracias a ti he podido aplastar a los monstruos con fuerza, enterrándolos en lo más profundo de la mente para que no rompiesen mi descanso. Que he dejado de temblar por la noche porque tu abrazo me ha envuelto.
Ahora he aprendido que no tiene que importar si la actitud de los demás es radioactiva. Que no tengo que encogerme como antes. Ahora camino con la espalda recta y la sensación de que puedo luchar por aquello que quiero, de que tengo coraje para intentar todo aunque al final no lo consiga.
Ahora sé que lo que realmente importa no es el resultado final, lo que importa es todo aquello que puedo recoger en los costados del camino y tener la capacidad de esculpirme a mí misma, sin tener que rogarle a nadie que lo haga por mí.
Por fin he aprendido a confiar en mi talento natural, en mi capacidad para hacer las cosas que realmente quiero. También he aprendido a pagar el precio de mis errores, pero lo hago con gusto, porque aunque a veces sea doloroso, es lo natural y es necesario aceptarlo, para mantener la esperanza cuando hay ocasiones en las que no se ve la luz al final del túnel.
Aunque no deba porque quizás no es el momento, necesito darte las gracias por estar ahí, porque  esta fuerza, coraje y esperanza, son gracias a ti y a que siempre confiaste en mí, cuando ni yo misma lo hacía. Porque tú eres mi impulso.

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