15 de marzo de 2020

Demasiado tarde

Las calles estaban desiertas mientras el sol brillaba en lo alto, no se oían los murmullos, ni el ruido del tráfico diario, la vida se había paralizado en unas horas debido a que la solidaridad llegó demasiado tarde.
La rutina había seguido hasta el último minuto, porque el egoísmo y la inconsciencia tomaron el control, causando imprudencias ante la negación ciudadana y dejando que la guadaña sesgase una vida tras otra, empezando por un par que en días fueron cientos. ¿Por qué la negación? Nuestras casas están preparadas para confinarnos y cubrir todas nuestras necesidades.
Es el reto de llevar la contraria, de comportarnos como niños malcriados y demostrar nada en absoluto; una nada que nos espera tras el final de la pesadilla. Aún no somos conscientes de que es una pesadilla disfrazada con corona, una pesadilla que ha llegado a algunos hogares y ha irrumpido  cortando la alegría de raíz. Pero esto es solo un ejemplo de tantos que ha habido a lo largo de la historia, una revelación  de que nuestros días están contados y de que en cualquier momento podemos extinguirnos, sobre todo si nos comportamos de maneras estúpidas.
Siempre ha sido una lucha de la vida contra la muerte, de nuestras ganas de vivir, de perdurar en un tiempo que es efímero por mucho que queramos negarlo. Aquí no importa quién eres ni dónde vives, solo importa que no me toques, que no te lleves mi vida ni la de los míos por querer jugar a ser alguien. a desafiar las leyes naturales.
Antes era la ley del más fuerte, ahora, gracias a la solidaridad, es la ley de la protección, de cuidar de los que nos importan, de salvar a las personas que amamos. Y son los niños, los primeros que nos dan una lección, que comprenden lo que pasa, aunque se aburran, y que toman conciencia. Pero por desgracia, todos hemos sido niños y aquella alegría, ha desaparecido, en un abismo de responsabilidades e irresponsabilidades.
Te lo digo yo, que estoy aquí, luchando al filo de la muerte, porque alguien decidió jugar, saliendo a comprar y dejando en el último momento una manzana. Esa que me llevé a casa y me trasmitió la muerte.

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