24 de marzo de 2020

Por favor

En el segundo en el que supe que tus latidos empezaban a ralentizarse no puede evitar pensar en todos los besos que compartimos juntos, en cada abrazo que nos acercaba hasta ponernos frente al otro para ver reflejada una parte de nosotros mismos. Tu vida empezaba a escurrirse entre mis dedos mientras yo luchaba por aferrarme a ella.
Grité una y otra vez, maldiciendo el espino que apareció en medio del camino, sesgando tu piel y sacando la sangre al exterior, drenando hasta tu mirada intensa, que ahora estaba casi apagada. Ejercí toda la presión que pude para que el líquido se quedase donde debía, pero era prácticamente imposible, mis manos estaban teñidas de rojo y no sabía donde terminaba yo y empezabas tú.
Jamás en mi vida he pedido tantos por favor como en ese momento. No sabía si la persona al otro lado del teléfono me había escuchado bien, ni siquiera sabía si con lo poco que había dicho podían localizarnos y enviar ayuda; una ayuda que temía, porque dudaba que pudiera llegar a tiempo.
Sujeto tu garganta con más fuerza, pero tengo miedo de que yo misma pueda ahogarte en lugar de mantenerte con vida, no sé si puedes respirar, solo sé que tu cuello no deja de sangrar...
Empiezo a rendirme porque no veo ningún signo de fuerza en ti, pero tu corazón todavía late y eso me da la fortaleza que necesito para seguir un poco más, para aguantar el tiempo necesario hasta que el sonido del helicóptero retumba contra las rocas.
Alguien baja y me hace señas para que le deje espacio, pero me niego, no quiero que ninguna gota más se malgaste, de ellas depende que vivas. No es hasta que me garantizan que ellos pueden hacerlo mejor, que les dejo hacer su trabajo mientras me derrumbo en medio del camino, con mi cabeza girando sin parar y pierdo el conocimiento, sabiendo que quizás no te vuelva a ver.
Cuando abro los ojos la luz me deslumbra y pongo un brazo delante para evitar el dolor, aunque el dolor intenso está en mi pecho, pensando en ti. Una mano agarra la mía y me giro. Estás ahí, a mi lado, con vendas cubriendo tu cuello y pálido, pero vivo. Entonces, solo entonces, me permito sonreír para ti y aprieto tu mano, no queriendo soltarte nunca más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario